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Partidos políticos
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La agonía del Partido Reformista Social Cristiano

Toca a los dos grupos reformistas hoy en conflicto asumir sus diferencias con actitud agonista. Y deben también convertir en compromiso compartido el dirimirlas con altura, serenidad y decencia.

Tanto dentro como fuera de sus filas muchos ven con preocupación, y otros con alegría maniquea, la crisis que hoy padece el Partido reformista Social Cristiano. Y es que realmente debe llamar a preocupación la crisis que padezca cualquier partido político que haya hecho grandes contribuciones a la democracia del país.

Sin embargo, el estado de crisis que hoy muestra el PRSC no debe inquietar más de lo debido. Porque si bien la crisis puede significar peligro, también significa oportunidad. Y los líderes hoy enfrentados deberán apelar a su lucidez y dar muestra de madurez y responsabilidad política para convertir este conflicto en oportunidad más que en peligro, apelando a su genética de “vencedores”.

Ni el tiempo, ni los tribunales ni la opinión pública resolverán el conflicto entre los dos bandos reformistas. Son las mismas partes en conflicto las únicas capaces de hacerlo. Pero sólo lo lograrán si asumen el conflicto como un estado de agonía de su “mismo partido”.

Si fuera necesario describir la situación actual del PRSC hay que decir que se encuentra en un estado de “agonía”. Pero la agonía no es necesariamente la antesala de la muerte. Es también “lucha por vivir”. Y en esta lucha no pueden haber enemigos sino adversarios, y no deben haber vencidos ni vencedores.

Esta “lucha” se ganará o se perderá dejando secuelas nefastas o esperanzadoras para ambas partes. Ninguna de las dos partes saldrá ilesa ni podrá por sí sola aparecer como dueña de los símbolos y fundamentos políticos del “reformismo socialcristiano” ni tampoco como representante de la totalidad del partido. Juntas sí.

Para realizar un análisis del conflicto entre los dos grupos que se disputan la herencia del PRSC hemos recurrido al planteamiento teórico-político que hace la filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe sobre la conflictividad en el campo político.

Ésta propone rescatar la categoría de agonía (en la que el conflicto deje de ser visto negativamente) para que pase a ocupar el centro de la escena política. Lo que caracteriza a la democracia pluralista en tanto forma específica del orden político es la instauración de una distinción entre las categorías de «enemigo» y de «adversario».

Agonismo y antagonismo son dos formas de lo político. Una vez hecha la distinción entre antagonismo (relación con el enemigo) y agonismo (relación con el adversario), podemos comprender por qué el enfrentamiento agonístico, lejos de representar un peligro para la democracia, es en realidad su condición misma de existencia. Así esperamos que lo asuman, más temprano que tarde, los reformistas. ¡La muerte al igual que la música tiene “su tempo”!.

A la luz de expresado anteriormente “no se verá en el oponente un enemigo a abatir, sino un adversario de legítima existencia y al que se debe tolerar. Se combatirán con fuerza sus ideas, pero jamás se cuestionará su derecho a defenderlas”.

El concepto de “agonía” se remonta a la Antigüedad griega. El término “gwnìa” (agonía), tiene como significados originarios: lucha, combate, contienda. Pero se rige por reglas y rituales serenos e inteligentes.

Por otro lado, la voz “agonía” tiene como raíz “ago” (gw): llevar, conducir, atraer, educar; de donde provienen los términos “ágora” y “agón” entre otros. Pero el término agón era usado también en otros ámbitos. En efecto, la competencia estaba presente en las palestras, entre los atletas; en los anfiteatros, entre los artistas; en el ágora, entre los políticos.

Más adelante, principalmente a partir de los escritos de los Evangelios y de los Padres de la Iglesia que “conciben la vida cristiana como permanente combate”, su significado está cargado semánticamente con el de angustia o sufrimiento expectante respecto de la muerte. Así, actualmente esta voz está ligada a la imagen del tiempo inmediatamente anterior a la muerte.

Toca a los dos grupos reformistas hoy en conflicto asumir sus diferencias con actitud agonista. Y deben también convertir en compromiso compartido el dirimirlas con altura, serenidad y decencia. Debiendo evitar los insultos, las trampas, las campañas mediáticas ofensivas y las solicitudes de “decapitaciones”.

Y deberán, sobre todo, pensar seriamente de que si por la actitud “poco cristiana” de alguna de las dos partes el partido muere, aquel que lo provoque habrá de convertirse en el último “devorador de pecados”, un personaje que apareció en la Inglaterra del siglo XIX al cual se le pagaba un precio o se le ofrecían alimentos para cargar con las ofensas morales de los fallecidos y sus consecuencias en el más allá.

Si muriera el partido, unos y otros, dormidos y despiertos escucharán la voz de ultratumba de Balaguer que les dice: “Llorarán como mujeres lo que no supieron defender como hombres”.

Y si hiciera falta una mediación, que entonces recurran a la ODCA (Organización Demócrata Cristiana de América).

Confiamos en que los reformistas enfrentados hoy entiendan que esta “agonía” alertante puede llevar a su partido a la muerte o una nueva vida política atractiva y vigorosa. ¡Ojalá que sean capaces de vivir esta agonía con una mente grande que los conduzca a una ¡RENOVACIÓN MANCOMUNADA!

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