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La Policía, la delincuencia y la ciencia

Entonces, para bajar la elevada tasa de crímenes y delitos, es necesario que la Policía ponga a los psicólogos que tiene en sus filas y a otros que contrate, a diseñar planes de prevención, reeducación y persecución.

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  La Policía, la delincuencia y la ciencia

El 18 de mayo del 2016, publiqué un artículo en la Sección EN DIRECTO de este mismo DIARIO LIBRE, cuyo título fue Dos espantosos problemas que debe enfrentar el nuevo gobierno. El segundo de esos dos gravísimos problemas que describí, fue la inseguridad pública hechura de la rutinaria y pavorosa ola criminal que se pavonea sobre toda la población. Pero desde su publicación a la fecha, los delincuentes han actuado con tanta eficiencia, que a menudo usted piensa que esos bandidos de horca y cuchillo actúan imitando la famosa canción que cantara Ringo Starr que decía: “Me voy a convertir en una gran estrella; / lo único que tengo que hacer es actuar con naturalidad.”

Lo que escribo a continuación es a riesgo de que sea leído por poquísimos lectores por hallarlo demasiado vacuo. Pues escribir sobre las motivaciones, los ritos, la audacia, la inteligencia, del impacto social, del protagonismo y la brutal burla que hacen los delincuentes de la ley, de la Policía y la sociedad, es como llover sobre lo mojado.

La neurociencia nos ha demostrado que una zona de nuestro cerebro llamada cuerpo estriado controla el mecanismo mediante el cual nos enamoramos de una buena hembra; que otra zona llamada hipocampo almacena nuestros recuerdos; que otra llamada amígdala, que forma parte de nuestro sistema límbico, controla emociones como el miedo, la envidia y la alegría por el bienestar ajeno; y que una zona conocida como corteza prefrontal es el asiento de la inteligencia. Todavía los neurocientíficos no han hallado en el cerebro un punto anotómico que se active con el delito o el crimen.

Cuando la delincuencia pone a toda la población “a pedir cacao”, frecuentemente los ciudadanos, casi siempre por desconocimiento de la complejidad que aviva la conducta antisocial, recurre a acusar a la Policía de negligente, de incapaz, de complicidad, de torpe y de insensible ante la tragedia de los que son asesinados en asaltos y atracos. O peor aún, muchos llegan a creer que miles de policías sufren del llamado complejo de Jonás (el personaje bíblico), trastorno que sufren aquellos que endosan cualquier pretexto para no cumplir con un mandato, un compromiso, un deber moral, religioso, político o institucional. Y muchos resisten creer que cientos o miles de delincuentes sean más inteligentes que los policías puesto que la mayoría de los criminales son analfabetos funcionales y ágrafos.

Pero aquellos con tan mala opinión de los policías olvidan que los delincuentes pocas veces son informales; que miles de ellos siguen algoritmos secuenciales en la ejecución de sus delitos, que la Policía de todo el orbe solo es más eficaz en su captura mientras el delincuente está viviendo su luna de miel con el crimen y que el 100% de los delincuentes posee la capacidad de simular y planear el futuro puesto que son humanos, no reptiles ni gusanos que carecen de conciencia de nivel 3. Aunque por sus crueles acciones los calificamos de ratas o lobos, el epíteto no es una representación literal del bandido. También la Policía no ha observado que muchos delincuentes aprenden el modelo de conducta simbólico que ven en la televisión y el cine. Por eso quien dirige policías debe mostrarse competente a los suyos y a los de afuera.

Ahora bien, lo que hace aparecer a la Policía como ineficaz, radica en que parece suponer que los delincuentes no son capaces de simular el futuro, ni estimar línea de tiempo para ejecutar un golpe o estructurar grupos de acción ultrarrápida valiéndose de alianzas con pequeños grupos afines a cambio de un porcentaje de las “ganancias”. Además, la Policía parece no darse cuenta que los delincuentes organicen coaliciones, donde dos o tres grupos afines se unen contra un grupo delictivo que pretende apabullarlos o quitarles “territorios”. Si esa coalición logra derrotar al grupo enemigo asesinando a su líder, los vencedores tendrán mayor capacidad de alcance en sus actividades y serán más eficientes para escapar de sus persecutores.

Entonces, para bajar la elevada tasa de crímenes y delitos es necesario que la Policía ponga a los psicólogos que tiene en sus filas y a otros que contrate, a diseñar planes de prevención, reeducación y persecución tomando en cuenta que si bien es verdad que los delincuentes tienen probada capacidad de simular el futuro, lo que es una fehaciente muestra de inteligencia, también es verdad que ellos son pasibles de modificación de conducta y de captura cuando se utilizan procedimientos dirigidos a neutralizar la fuente primigenia de la delincuencia: la crisis de las interrelaciones familiares, pues la psicoterapia relaja los conflictos de interacción familiar y social. Recuérdese que el delincuente padece desindividuación y por eso asesina sin la menor inhibición.

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