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Monseñor Agripino: La relevancia de la mediación

La mediación de conflictos públicos tiene en nuestro país un gran padrino, Monseñor Agripino Nuñez Collado. A partir del 1979 empezó a tejer los hilos de la concertación publica con maestría. Incomprendido muchas veces, ayudó a nuestras élites sindicales, empresariales y políticas a construir consensos de gran importancia.

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Monseñor Agripino: La relevancia de la mediación

Hay tres aproximaciones arraigadas, pero falsas, sobre el conflicto:

- El conflicto siempre es negativo.

- En todo conflicto hay un ganador y un perdedor.

- Sólo hay una manera de manejar los conflictos (y yo sé cuál es).

Somos herederos de una cultura belicosa. La idea del conflicto como “duelo a muerte” y del mercado como un campo de batalla está hondamente arraigada en nuestro lenguaje, en nuestras conversaciones, en nuestros comportamientos, en nuestras decisiones estratégicas. Somos una sociedad que tiende a una gestión intolerante del conflicto.

Cómo afirma la profesora Deborah Tannen de la Universidad de Georgetown, “vivimos inmersos en una cultura de la polémica... que ha fomentado la idea de que la confrontación es un método eficaz para resolver todo conflicto.”

El conflicto es una de las tantas formas que tienen los grupos y las organizaciones para interactuar. Traen consigo energías de transformación social, política y económica. Lo negativo en sí mismo es la violencia. Esta representa el fracaso del manejo constructivo de los conflictos (Galtung).

Por ello, las nuevas aproximaciones para el conflicto son:

1. Ver el conflicto como una oportunidad de articulación social (política, económica, empresarial).

2. Los conflictos pueden terminar, en forma exitosa, con resultados distintos de suma cero, es decir con resultados de ganancia mutua, incluyendo beneficios para los terceros.

3. Hay múltiples maneras de abordar los conflictos (negociación, diálogo democrático u otros procesos dialógicos, mediación, construcción de consenso, comunicación apreciativa, “verdad, perdón y reconciliación”, estrategias colaborativas y un largo etcétera).

La mediación de conflictos públicos tiene en nuestro país un gran padrino, Monseñor Agripino Nuñez Collado. A partir del 1979 empezó a tejer los hilos de la concertación pública con maestría. Incomprendido muchas veces, ayudó a nuestras elites sindicales, empresariales y políticas a construir consensos de gran importancia. A su lado, hemos aprendido y contribuido con muchas de sus iniciativas.

Hoy, a sus 87 años, empieza a compartir sus memorias, “Ahora que puedo contarlo... Memorias I” y es mucho y muy interesante lo que puede contar.

A partir del 1966, la República Dominicana vivió retos extraordinarios para fortalecer su sistema democrático. Habíamos salido de la tiranía de Trujillo y no sabíamos manejar nuestras diferencias, salvo con la imposición. Tampoco conocíamos las características ni capacidades de los conflictos públicos los cuales viven en esa trama relacional, en esas interpretaciones y opiniones públicas o publicadas; se regodean en las conversaciones de café, en los relatos de terceros, en las redes sociales y en análisis y paneles de los medios de comunicación. En términos concretos representan desacuerdos entre múltiples actores sociales, políticos y económicos interdependientes que perciben posturas encontradas en la distribución de recursos, materiales o simbólicos, de intereses colectivos o difusos y que interactúan en defensa de sus reclamos en el espacio público.

Por su naturaleza suelen ser multiactores, complejos, interdisciplinarios, de alto interés colectivo y en consecuencia de muy alta visibilidad mediática. Suelen aparecer dentro de un contexto de déficit de las instituciones públicas o falta de confianza de los actores en esas mismas instituciones públicas, sea al momento de intervenir o aparecer tales acontecimientos. También surgen por ausencia de capacidades personales, colectivas y/o institucionales.

La opinión pública tiene un peso importante en el proceso, en el resultado y en la percepción de ambos. Las respuestas fáciles no existen. Las disputas públicas no tienen ningún mecanismo formal para convocar a las partes y dirigir las negociaciones. La iniciativa para introducir a un mediador normalmente procede de una de las partes, o de grupos interesados en una comunidad, o de una asociación profesional o empresarial, o de una embajada, o un ministro de gobierno influyente, o un organismo internacional.

El desafío de resolver disputas o conflictos públicos reside en la capacidad del mediador de estructurar y dirigir un proceso que respete la diversidad entre las partes, acepte la complejidad de los asuntos y entienda el contexto político en que se producirá la discusión.

En ese complejo entramado rindió frutos extraordinarios la misión mediadora de Monseñor Agripino. Como me dijo en una ocasión, en medio de un Diálogo Nacional: “Nelson, fácil no es, posible siempre será”.

TEMAS -

Nelson Espinal Báez Associate MIT - Harvard Public Disputes Program at Harvard Law School. Presidente Cambridge International Consulting.