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Primarias, institucionalidad y las expectativas económicas

Una crisis política es el ingrediente que menos se necesita en estos momentos; por lo que los actores políticos deben actuar con la mayor mesura posible para evitar que un deterioro del clima de gobernabilidad.

«La concurrencia superó todas las expectativas incluyendo las de la Junta Central Electoral (JCE), lo que generó largas filas y provocó la extensión del proceso en muchas de las mesas de votación. Se comprobó el uso de efectivo por parte de activistas de los partidos dando origen a atracos y heridos en situaciones no relacionadas con el proceso electoral a causa de la cantidad de dinero que circulaba. Lamentamos que la estrategia de publicar encuestas falsas que prevaleció durante la precampaña se extendiera a la jornada de votación con la publicación de encuestas a boca de urna de igual naturaleza». Segundo informe de Observación Electoral de Participación Ciudadana, octubre 6, 2019

Lo peor que le pude pasar a un proceso democrático – como las primarias del pasado domingo – es que los actores políticos acudan al mismo asumiendo la mayor desconfianza posible acerca de la integridad o preservación de las reglas del juego por parte de sus competidores (presuponiendo que las dudas sobre el árbitro electoral eran mínimas), tal como ocurrió en las primarias recién concluidas. Ante un escenario como ese, el segundo peor es que los resultados fueran muy cerrados, como efectivamente se reportó. Y era esperable que con un margen tan estrecho – y mucho en juego – la parte, preliminarmente derrotada, utilizara todos los mecanismos disponibles para asegurarse de la validez de los resultados finales.

Esto no significa que los argumentos esgrimidos por la parte que impugna los resultados carezcan de los suficientes méritos para ser considerados por la JCE. Algunos de esos planteamientos son fácilmente aclarables, pero otros requieren de una respuesta apropiada por parte del órgano electoral, como una forma de preservar no solo la integridad de los resultados ya anunciados, sino también para garantizar que el proceso electoral del próximo año se llevará a cabo con la mayor transparencia y sin traumas. Es razonable argumentar que, en general, la ciudadanía quedó muy satisfecha con la fluidez de los datos y la rapidez con que fueron presentados los resultados finales, todavía provisionales. Solo falta, ahora, que los procesos informáticos internos utilizados en la votación misma, la computación y la transmisión de los datos queden debidamente transparentados.

Sin embargo, otros aspectos del proceso de votación merecen especial atención, por la grave amenaza que representan para la confiabilidad de los resultados. En particular, la compra de votos parece ser un deporte electoral. Fue vergonzoso constatar como el mercado de compra de votos operaba alrededor de las mesas electorales sin que ninguna autoridad se interesara en detenerlo. De acuerdo con el informe de Participación Ciudadana «En el 30% [de las mesas electorales] se pudo observar compra de votos que correspondían en la mayoría de los casos a personas identificadas con precandidaturas del PLD». Quienes compran votos tienen hacerlo en grandes cantidades, y en esa lucha sale ganancioso el que tenga la mayor cantidad de recursos financieros. En una elección cerrada esto puede ser crucial. Por lo tanto, es una tarea pendiente de las autoridades electorales diseñar e implementar mecanismos que acaben con una practica que parece estar en el ADN de la mayoría de los líderes políticos y en una proporción importante de los votantes.

Asimismo, merece especial atención el activismo político que se verifica en los centros de votación, un problema vinculado, también, al de compra de cédulas. Dice Participación Ciudadana que «En el 42% de los recintos de votación se pudo comprobar campaña política en violación a la norma». Al parecer, las autoridades electorales tienen la facultad legal para actuar contra estos violadores de la normativa, pero no cuentan con los medios efectivos para proceder.

Todos estos problemas alrededor del proceso electoral configuran un orden institucional de muy baja calidad que puede, además, distorsionar los resultados de cualquier proceso de votación, y colocar al país al borde de una crisis política. En el caso concreto de las primarias recién celebradas, la crisis que se ha originado en el partido gobernante es una amenaza a la propia estabilidad económica, al punto de que diversos voceros de los sectores de nuestra economía han comenzado a externar sus preocupaciones. Y con mucha razón, pues la economía dominicana ya tiene suficientes amenazas en un entorno internacional que presenta un cuadro de ralentización económica que pudiera terminar, en el corto plazo, en una recesión, tal como acaba de señalar el FMI.

En consecuencia, una crisis política es el ingrediente que menos se necesita en estos momentos; por lo que los actores políticos deben actuar con la mayor mesura posible para evitar que un deterioro del clima de gobernabilidad termine agregando nuevos elementos a la vulnerabilidad de nuestra economía y, por tanto, generando expectativas muy negativas acerca del futuro inmediato de la economía. Obviamente, no se trata de un trabajo exclusivo de los actores políticos. Es una responsabilidad compartida con los árbitros del proceso electoral. Y, hasta ahora, los jueces de la JCE han mostrado que pueden ser garantes de la integridad del proceso. De hecho, el pleno de la JCE ha dado a conocer su decisión de hacer un conteo manual del 100% de los votos y de realizar una ‘auditoria forense’ a los códigos fuentes y al software utilizado. Sin dudas, son pasos importantes para esclarecer el sombrío panorama que se cierne sobre la estabilidad política de la nación.

Pero no es suficiente con que se perciba que los jueces de la JCE puedan actuar con imparcialidad; es necesario, además, que frente a los requerimientos de las partes en pugna respondan con la mayor transparencia posible – como ha estado ocurriendo – para que no haya lugar a dudas sobre los resultados que finalmente se oficialicen. Sin embargo, en una lucha política tan cerrada va a resultar muy difícil dejar complacidas a todas las partes; después de todo, en la guerra política también suele pasar que la verdad es la primera víctima...

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