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Seguridad: cadena de decepciones

Este juego tiene que acabar en derrota de los delincuentes, para lo cual se necesita un apoyo más contundente a las fuerzas del orden, simultáneo con el proceso de saneamiento que se lleva a cabo.

Era de noche, casi las 11 p.m. del pasado sábado, 29 de julio. Un grupo de amigos, incluyéndome a mí, estaba viendo por televisión el partido de fútbol de pretemporada Real Madrid- Barcelona, en un apartamento de un edificio ubicado en la calle Ernesto de la Maza del ensanche Bella vista.

Al terminar el partido, nos asomamos a la calle para regresar a nuestras respectivas casas. En ese momento éramos cinco personas. En una terraza abierta de un segundo piso, situada al frente, se celebraba una fiesta juvenil.

De repente, de la sombra de la calle surgió un motor que venía subiendo en dirección oeste a este, con la luz apagada.

Uno de los motoristas se apeó del motor, y se dirigió al trote hacia el grupo, portando una pistola en la mano, casi seguro una Glock. Pasó a mi lado con el arma apuntando a mi cuerpo, pero su objetivo era la cartera de mi señora que había avistado desde lejos.

Siguió trotando hasta arrebatar la cartera. Logrado su objetivo, volvió a montarse en el motor para iniciar la huida.

La rabia e indignación se apoderaron de nosotros.

Todo esto fue contemplado por bastante gente, incluyendo los jóvenes que festejaban en la terraza de un segundo piso, y los haitianos que fungían como guardianes en los edificios de la zona.

Y, me pregunto, ¿por qué razón la clase media y alta dominicana contrata a haitianos indocumentados como guardianes de sus propiedades, que se esconden cuando ocurren hechos como estos, y por qué las autoridades lo permiten?

Los delincuentes viajaban en un motor, sin cascos ni chalecos.

Y, me pregunto de nuevo si pudiera ser que las autoridades hasta hayan adquirido los chalecos para identificar a los motoristas, pero no los entregan ni los hacen exigibles. Si fuere así, ¿por qué?

De regreso a nuestra casa, empezamos a llamar a los bancos para reportar el robo de las tarjetas de crédito. Hicimos intentos repetidos a uno de esos bancos, con el resultado de que dejaban en espera por largos minutos.

Al fin, cuando pude lograrlo, a eso de las 11.55 de la noche, los atracadores ya habían echado gasolina en la estación Total La Vecina, a las 11.40 p.m., y a las 11.50 p.m. habían pagado un consumo en Pizza Hut Núñez de Cáceres. Intentaron efectuar otro cargo en Dominó Pizza, pero fue rechazado porque ya en ese momento yo había logrado reportar el robo de la tarjeta.

Me pregunto de nuevo si será acaso que hay ladrones gourmet o quizás exista algún tipo de componenda para sacar dinero de establecimientos de ese tipo.

Falló el servicio de reporte de tarjetas robadas, en cuanto carece de la agilidad necesaria para enfrentar este tipo de emergencia. Y falló el chequeo de la firma de la tarjeta en los establecimientos de consumo. Si no, dígame usted, ¿para qué se firma la tarjeta si no es para que otra persona no pueda suplantar la identidad del propietario?

Todavía estoy a la espera de que el banco me reverse el cargo efectuado. Contrariado, decidí poner una querella, puesto que en la cartera robada se encontraban, entre otras cosas, documentos de identidad, direcciones y llaves. Me encaminé a eso de la 1.00 a.m. del 30 de julio (domingo) al furgón de la policía ubicado en la Churchill, con el resultado de que me recomendaron que regresara temprano en la mañana.

Regresé al furgón a eso de las 10.15 a.m. Pude poner la querella. Sin embargo, no se encontraban los responsables del Dicrim. Salí a hacer una gestión para hacer tiempo de que llegaran. Volví a la 1.15 p.m. Me dijeron que la querella había que presentarla en el destacamento del Mirador del Sur, pero con amabilidad me prometieron que la enviarían a ese destacamento. No sé si lo hicieron.

De esa manera celebré el día del padre. La primera llamada del día la hice al cerrajero, para cambiar las cerraduras de mi casa.

La ciudadanía se siente indefensa ante la persistencia de atracos, robos y crímenes. Reconozco que en el fondo existe un problema social y de pérdida acelerada de valores. Y que las autoridades están realizando esfuerzos para controlar la delincuencia.

Sin embargo, en el plano estricto de contención de la delincuencia parece necesario hacer todavía más.

Habría que incrementar las actividades de inteligencia policial y evitar que los delincuentes puedan devolverse o desviarse de los retenes establecidos. Y complementarlos con patrullas móviles continuas, en número masivo, cuyo propósito debería ser el de requisar a individuos sospechosos, sobre todo si anduvieran a bordo de motores.

Además, ningún policía o militar que no estuviere de servicio, debería poder circular portando armas de fuego, por lo menos no en motores.

Las autoridades se encuentran frente a delincuentes bien artillados, provistos de redes de apoyo y comunicación.

Este juego tiene que acabar en derrota de los delincuentes, para lo cual se necesita un apoyo más contundente a las fuerzas del orden, simultáneo con el proceso de saneamiento que se lleva a cabo.

Modernizar para sobrevivir, puede que sea la clave. Sin seguridad, no habrá país.

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