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Deuda pública
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Un paso al frente

«Un hombre hace lo que debe hacer, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, los peligros y las presiones, y esa es la base de toda moralidad humana». Atribuida a John F. Kennedy

Para el economista que se interesa por los problemas nacionales e internacionales la política es una fuerza gravitacional; es el campo en donde se deciden –mayormente– las batallas económicas, sea por bien o sea por mal. De hecho, la ciencia económica, como la conocemos hoy, tuvo su origen en la economía política, o la intersección entre economía y política. Esta intersección es la que ha tocado a mi puerta en procura de un compromiso. Si bien es cierto que desde mi vida de estudiante universitario no he sido miembro de ningún partido político y no estoy registrado en ningún padrón, no es menos cierto que me han unido vínculos de amistad con lo más diverso del espectro político nacional.

Por eso, cuando recientemente recibí la invitación de Luis Abinader –mi amigo, mucho antes de ser un dirigente político– para integrarme a su proyecto a través del Gabinete Presidencial decidí ponderarlo con la debida seriedad y consciente de sus implicaciones. El resultado ya es de conocimiento público. El pasado martes se hizo el acto con la presencia de Luis y la incorporación de dos distinguidos colegas –Alejandro Fernández W. y Jochi Vicente– como miembros, junto a mí, al proyecto presidencial de Luis.

Es, en este marco, que quiero aprovechar mi columna para explicar a mis lectores las principales motivaciones de mi decisión. Debe quedar claro, de antemano, que no se trata de una decisión contra alguien, sino a favor de la que considero como la mejor opción de cara al proceso electoral que deberá culminar a mediados del año venidero. Además, quiero destacar las palabras de Luis cuando dijo que no estaba formando un equipo para escuchar planteamientos complacientes y, lo destaco porque para quienes hemos hecho vida académica por tantos años es fundamental debatir las ideas en un clima de libertad, que presupone orden y respeto.

Primera motivación. Estoy convencido de que Luis, si fuera electo, hará un gobierno ético y transparente. Para algunos esto pudiera parecer un sueño. No es solo un compromiso que él ha asumido; para quienes conocen su trayectoria y valores familiares fuera una sorpresa que ocurriese todo lo contrario. Es cierto que un presidente no puede controlar a todos sus funcionarios, pero en un país presidencialista la voluntad del primer mandatorio es un dique de contención a los brotes de corrupción. Sin embargo, como la lucha contra la corrupción no debe depender exclusivamente de la voluntad del presidente, Luis también se ha comprometido con la designación de un ministerio público independiente que sea capaz de investigar no solo la corrupción de otros partidos, sino la corrupción que pudiera surgir dentro del propio partido.

Un sistema de justicia independiente y eficiente es esencial para avanzar en todos los demás aspectos de la vida nacional. Y la justicia dominicana se encuentra entre los peores lugares de valoración mundial, según el Índice Global de Competitividad, que lo sitúa en el lugar 123 de 141 países. Sin dudas, los daños que la corrupción causa a la sociedad son incalculables; y en una coyuntura dominada por el tema de la desigualdad es importantísimo reducirla al mínimo, pues es una de las fuentes que causan desigualdad a través de diversos mecanismos, como la mala asignación de los recursos públicos y privados.

Segunda motivación. Con notorias excepciones, se percibe un deterioro de las instituciones públicas, tanto desde el punto de vista organizacional como funcional. Es un aspecto que está relacionado con el anterior: corrupción y deterioro institucional van de la mano. En este sentido, Luis ha planteado la necesidad de reorganizar el Estado. Existen una gran cantidad de instituciones gubernamentales que no tiene sentido su permanencia o que son redundantes. Pero, además, muchas de las instituciones que son necesarias no funcionan con un mínimo de eficiencia. Como muestra, ahí está un sistema educativo que no avanza y sistema de salud al borde del colapso. Ambos representan dos de los servicios más cruciales para la calidad de vida de los más pobres.

Y la tercera motivación, pero no menos importante: Luis es uno de los políticos dominicanos que tienen una mejor comprensión de cómo funciona la economía. Por lo que está muy consciente del rol decisivo que juega la estabilidad económica en la calidad de vida de todos los dominicanos. Su compromiso es fortalecer el entorno macroeconómico con políticas económicas –monetaria y fiscal– que le den al crecimiento económico un mayor nivel de calidad, al tiempo que se mantiene la estabilidad de precios, se reduce la dependencia del endeudamiento público y se mejora la coordinación de las políticas monetaria y fiscal.

Obviamente que para alcanzar estos objetivos serán necesarias un conjunto de reformas estructurales –muchas de las cuales están contempladas en la Estrategia Nacional de Desarrollo, pero rezagadas por razones políticas– que deberán dotar a la economía dominicana de mejores mecanismos para la inclusión social. No se trata de una apuesta –no estamos en el negocio de las loterías–; se trata, más bien, de la certeza de que cuando hay voluntad política es posible avanzar con firmeza hacia las metas propuestas.

De manera que mi apoyo y compromiso con la candidatura presidencial de Luis no es simplemente un gesto de amistad o solidaridad familiar, va mucho más allá; es el reconocimiento de que Luis representa la mejor opción ante los serios desafíos que tendrá que enfrentar un nuevo gobierno en agosto venidero. (Y una garantía para mis lectores: nunca perderé la objetividad –al menos como la entiendo–, y nunca serviré de propagandista político.)

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