Muerte en el motel

La sugerencia hecha por este editorial es sensata y pertinente, ya que las muertes por monóxido de carbono en los moteles de nuestro país ha ido en aumento. Su incidencia es de una por mes, lo cual es demasiado si tomamos en cuenta el número de habitantes y la cantidad de vehículos cuyo tamaño permite el parqueo en los moteles. Los médicos habitualmente llamamos “síndrome del motel”, a la causa de muerte de una persona o de una pareja que concurre a ese lugar, producto de un infarto cardiaco, un edema agudo pulmonar, un derrame cerebral o por intoxicación con el monóxido de carbono que sale por el tubo de escape del motor de un vehículo (mofler). Esta última es la más frecuente de todas. El mecanismo de muerte por monóxido de carbono es el siguiente y es totalmente evitable: todo ocurre porque al momento de retirarse la pareja, quien conduce el vehículo lo enciende antes de abrir el portón de metal de la jaula-motel lo que permite la rápida acumulación de monóxido de carbono, es decir, humo que sale del mofler. Mientras el conductor conversa, acurruca y le da besitos de despedida a su acompañante, el humo tóxico acumulado en el espacio cerrado satura rápidamente el aire. La víctima aspira el monóxido de carbono, el cual se une a la hemoglobina de la sangre y desplaza de ella al oxígeno. En cuestión de uno a dos minutos, la persona se queda dormida por su efecto ya que es difícil percibir el olor del tóxico. Una vez que el monóxido sustituye al oxígeno que va unido a la hemoglobina en más de 60%, las funciones normales de todo nuestro organismo quedan paralizadas por falta de oxígeno. Estoy de acuerdo con la sugerencia del editorial de colocar detectores de humo en las cabañas moteleras y que su señal sea fácilmente detectada por los empleados del establecimiento.

Pedro Mendoza

Doctor Pedro Mendoza