¿Tienes el síndrome de las piernas inquietas?
El síndrome de las piernas inquietas condiciona de manera muy notable el día a día de las personas afectadas
El síndrome de las piernas inquietas, que también se denomina enfermedad de Willis-Ekbon, es una patología neurológica caracterizada por la presencia de molestias que las personas afectadas describen como hormigueo, quemazón, calambres, inquietud o dolor en las piernas. Estas sensaciones se dan, sobre todo, al atardecer y por la noche y suelen aparecen o empeorar durante el reposo. Las molestias se alivian al moverse, caminar o frotarse las piernas. “Esta necesidad imperiosa de moverse es la que da nombre al trastorno”, apuntan los especialistas del Instituto del Sueño, centro especializado en trastornos del sueño presente en Madrid, Santiago de Chile y Panamá.
Este trastorno puede provocar “cansancio y somnolencia diurna, lo que puede afectar considerablemente al estado de ánimo, a la concentración, al desempeño laboral o escolar y a las relaciones personales. Muchas personas con síndrome de las piernas inquietas manifiestan que a menudo son incapaces de concentrarse, tienen problemas de memoria o no pueden realizar sus tareas diarias. De hecho, el síndrome de las piernas inquietas moderado o severo que no está tratado puede llevar a un descenso de aproximadamente el 20% en la productividad laboral y puede contribuir a sufrir depresión y ansiedad”, señala el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos (NINDS, por sus siglas en inglés).
Se trata de una enfermedad bastante común. Según datos del NINDS, podría padecerla entre el 7% y el 10% de la población de los Estados Unidos. Asimismo, se estima que afecta a entre el 5% y el 10% de la población adulta y a entre el 2% y el 4% de los niños y adolescentes europeos, manifiesta la Sociedad Española de Neurología (SEN). No obstante, esta entidad expresa que el síndrome de las piernas inquietas está infradiagnosticado. De hecho, algunos estudios apuntan que solo el 10% de los casos estarían diagnosticados y esta cifra sería aún menor en la infancia. De igual modo, la SEN señala que, en ocasiones, pueden transcurrir 10 años hasta que se realiza un diagnóstico correcto de la enfermedad.
Más frecuente en mujeres
La SEN indica que el síndrome de las piernas inquietas es más frecuente en las mujeres, en una proporción de 2 a 1 respecto a los hombres. En edades tempranas no hay diferencias en cuanto a la distribución por sexos, pero al final de la adolescencia comienza a ser más habitual en las niñas.
“El curso de esta enfermedad es fluctuante, con temporadas en que los síntomas son más leves y otras en que son más intensos y empeoran la calidad de vida. Suele afectar a las extremidades inferiores, generalmente en las pantorrillas y en los tobillos. En algunos casos las molestias pueden ser intensas e incluso manifestarse durante el día. También pueden involucrar otras partes del cuerpo como las extremidades superiores o el abdomen. Por lo tanto, es común que algunos pacientes lo confundan con molestias debidas a una mala circulación y, en determinados casos, no es hasta que implica un mal descanso, con insomnio o somnolencia durante el día, cuando consultan”, comenta Ana Fernández Arcos, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y el Sueño de la SEN.
En el caso del síndrome de las piernas inquietas pediátrico, los síntomas de la enfermedad pueden ser algo diferentes a los de los adultos. Esto, unido a que las explicaciones de los niños suelen ser más imprecisas, hace que un 40% de los adultos recientemente diagnosticados señalen que sus síntomas comenzaron en la infancia, apunta la SEN. Esta entidad manifiesta que es común que los niños describan sus síntomas como picor, ganas de dar golpes o que tienen demasiada energía en las extremidades. Además, los síntomas no tienen por qué aparecer por la noche, sino que pueden hacerlo en cualquier momento del día, especialmente cuando están sentados.
“Por otra parte, en los niños, el síndrome de las piernas inquietas se ha asociado con diferentes trastornos del estado de ánimo o con trastornos psiquiátricos. Sobre todo, se ha visto una asociación bidireccional con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH): el 26% de niños con síndrome de las piernas inquietas cumplen criterios de TDAH y entre el 12% y el 35% de niños con TDAH sufren el síndrome de las piernas inquietas”, añade la SEN.
El síndrome de las piernas inquietas puede ser primario o secundario. Se considera que una enfermedad es primaria cuando aparece por sí sola, es decir, si no es consecuencia de otra enfermedad, alteración o trastorno conocido. Algunos autores estiman que el síndrome de las piernas inquietas primario es hereditario hasta entre en un 50% y 92% de los casos.
Por su parte, el síndrome de las piernas inquietas secundario puede deberse a diversas causas como carencia de hierro, insuficiencia renal, neuropatías, embarazo, lesiones medulares, ciertos fármacos u otras causas neurológicas como la enfermedad de Huntington, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson, etc.
“La mayor parte de los hallazgos de investigación sugieren un trastorno en el funcionamiento de la dopamina, una sustancia presente en el sistema nervioso que está encargada de la regulación del movimiento. A su vez, la dopamina precisa del hierro para funcionar correctamente y se ha visto que en los pacientes con síndrome de las piernas inquietas existe un mal funcionamiento del hierro o una disminución de sus depósitos (niveles de ferritina)”, explican los expertos del Instituto del Sueño.
“Ante un paciente con síndrome de las piernas inquietas secundario deberemos tratar la causa en la medida de lo posible retirando posibles fármacos implicados y aportando suplementos de hierro en los casos en los que haya un déficit. Mientras, en aquellos con síndrome de las piernas inquietas primario, podemos ofrecer tratamientos sintomáticos cuando los síntomas interfieren en la calidad de vida de los pacientes. En todo caso, y sobre todo en niños, donde el tratamiento farmacológico solo es recomendable en los casos más graves, es muy importante establecer unas adecuadas normas de higiene del sueño como parte del tratamiento de esta enfermedad”, explica la doctora Fernández Arcos.
Entre estas normas, la especialista recomienda “intentar dormir el tiempo suficiente y necesario para cada edad; establecer un horario regular de sueño; evitar las cenas copiosas y el ejercicio intenso en las horas previas a irse a la cama; así como reducir las actividades estimulantes antes de acostarse, por ejemplo, ver la televisión o jugar a videojuegos”. De igual modo, la neuróloga hace hincapié en la importancia de hacer ejercicio físico de forma moderada (aunque no justo antes de irse a dormir) pues “no solo mejora los síntomas del síndrome de las piernas inquietas, sino que disminuye la ansiedad y la depresión y favorece el sueño. En general, habría que evitar todo aquello que pueda dificultar el descanso”, expresa.
El síndrome de las piernas inquietas no puede curarse, pero sí existen distintos tratamientos disponibles que permiten reducir su impacto en la vida diaria de quienes lo padecen. Por ello, es importante consultar con el médico si se experimentan síntomas compatibles con esta enfermedad.