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Colonias de hongos y bacterias invaden el viejo Museo de Historia y Geografía

El recinto tiene más de una década cerrado pero aun conserva piezas de importante valor histórico y es fuente de empleo de un reducido personal

Colonias de hongos y bacterias invaden el viejo Museo de Historia y Geografía
Fachada del edificio del viejo Museo Nacional de Historia y Geografía en la Plaza de la Cultura. (DIARIO LIBRE/MARVIN DEL CID)

SANTO DOMINGO. Además del vehículo Oldsmobile que se usó cuando el ajusticiamiento del dictador Rafael Trujillo en 1961, el Museo Nacional de Historia y Geografía guarda otro carro en una abandonada Sala de Presidentes del Siglo XX. Es un Mercury Grand Marquis, placa 0-1 de 1986, en que se transportaba el fallecido expresidente Joaquín Balaguer. También conserva el molde de la mascarilla funeraria del tirano. Pero el público no puede verlos y, aunque quisiera, no es seguro pues el recinto está contaminado por colonias de hongos y bacterias.

El Museo de Historia y Geografía está cerrado al público desde hace más de una década. Un análisis realizado en diciembre de 2016 determinó que el edificio tiene múltiples áreas contaminadas y otras con elevada contaminación por la presencia de microorganismos que pueden afectar los documentos y la salud.

En el estudio se aisló el agente biológico cladosporium, que se relaciona con procesos de alergia, infecciones del sistema respiratorio (como asma) y con efectos tóxicos. También el género phialospora, productor de murcormicosis, que es una infección micótica de los senos paranasales, el cerebro o los pulmones, que se presenta en personas con un sistema inmunitario débil.

En el museo también se encontró el hongo aspergillus, que produce la aspergilosis, una enfermedad que provoca problemas respiratorios y necrosis de pulmón. Además, microorganismos del género penicillium, productor de afecciones en las uñas, oídos y reacciones alérgicas en general. Y el género seudomona mallei, que produce el muermo, una enfermedad infecciosa que afecta principalmente a caballos, asnos y mulas; también se ha visto en ovejas, cabras, perros y gatos, y ocasionalmente se contagia a humanos.

Por los niveles de contaminación extremadamente elevados, se recomendó fumigar el edificio con productos de profundo alcance, lavar el inmueble con agua a presión con químicos derivados del cloro, controlar la temperatura y la humedad, y realizar un muestreo microbiológico cada seis meses.

En ese ambiente y expuesto a todo lo anterior trabaja un reducido personal, a pesar de que el inmueble está cerrado. “Van tres enfermedades, entre ellas un catarro que no se me quita, conjuntivitis nos ha dado a todos”, dice el director del museo, Miguel De Camps.

En la página web del Ministerio de Administración Pública se informa que para julio de 2012 el museo tenía una nómina de 18 personas; para el mismo mes del presente año se indica que era de 13. Sin embargo, De Camps reporta que el personal es de ocho: él, un encargado de archivo, un registrador, un auxiliar de biblioteca, dos conserjes y dos serenos.

Cuando le pide a un empleado que provea a Diario Libre la lista del personal, le indica que excluya a alguien “que pasó dos años sin venir nunca aquí (...) pero cobrando”. ¿Cuánto cobraba?, se le pregunta. “25,000 pesos”, responde. ¿Solo encontró ese caso? “Gracias a Dios, nada más que ese caso”.

No obstante, en la última nómina que publica en su página web el Ministerio de Cultura, cartera de la que depende el museo, correspondiente a julio de 2017, aparecen 13 personas, entre estas una asistente administrativa con un salario de RD$26,626.85, monto aproximado al que el director describe.

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De Camps, un abogado y escritor que aún no cumple un año en el puesto, explica que el personal con que cuenta el museo ha limpiado algunas áreas y se ejecuta un inventario para determinar cuáles son las piezas que se conservan. “Para determinar qué recibo y, lo que no reciba, es porque ha desaparecido”, dice el director, quien prefirió reservarse el detalle de lo encontrado.

Un lugar echado a perder

El Museo Nacional de Historia y Geografía se inauguró el primero de marzo de 1982 y duró poco más de 20 años funcionando. El edificio antes albergaba al liceo Unión Panamericana.

Tenía salas de exposiciones temporales y permanentes en las que se presentaba el patrimonio. Se enseñaba sobre distintos periodos históricos, como 1822-1861, 1861-1916 y 1916-1961. También se mostraban en un patio objetos relativos a la industria azucarera que hoy están oxidados y deteriorados.

El local, que tiene un auditorio para 350 personas, era aprovechado para impartir charlas, hacer mesas redondas, diálogos y congresos en los que participaban historiadores y otras personalidades.

En un boletín informativo del museo, de marzo de 1983, se informó que el recinto se había enriquecido con 80 piezas nuevas donadas y documentos que pertenecieron a notables de antaño, y libros de autores nacionales.

Otro boletín, de marzo de 1985, reportó que en los últimos tres años –en ese entonces- se recibieron 39 donaciones, entre las que estaban pertenencias que fueron de la artista Casandra Damirón, del militar Máximo Gómez, del general Cipriano Bencosme, del dictador Trujillo y de otras personalidades. También elementos alusivos a campañas electorales, monedas circulantes, inventos, mapas, recordatorios y otros.

A Vilma Benzo de Ferrer no le gusta hablar mucho sobre el museo ni pasar por la avenida Pedro Henríquez Ureña, que da acceso al lugar. Fue su directora por 15 años, hasta 2004. A sus 88 años, recuerda que el local recibía en promedio a más de 53,000 estudiantes al año.

“Teníamos la única sala de mapas que existía en el país, mapas inclusive originales, y allí iban los muchachos a ver aquello y con sus profesores a estudiar, teníamos abiertas cinco salas de exposiciones, representando los distintos periodos históricos, preparé 10 congresos internacionales de historia donde cada año traía 30 y 40 historiadores”, y así sigue recordando la época de apogeo del museo.

“Llegaron a canibalizar esto”, se lamenta el director De Camps.

“Se supone que debería haber una serie de armamentos de la época de Trujillo –dice-, una serie de objetos que pertenecían a Trujillo y había otros que les fueron retirados al museo para devolvérselos a su dueño, que estaban en calidad de préstamo aquí, por ejemplo, gran cantidad de esos materiales con que abrieron el Museo de la Resistencia”.

¿Por qué cerraron el museo?

Para 2007 el museo estaba cerrado. Ana María Conde, directora general de Museos del Ministerio de Cultura, recuerda que se tomó la decisión “porque las condiciones del inmueble peligraban para las colecciones, los visitantes y empleados, porque el empañete caía”.

Explica que luego de un levantamiento con especialistas se decidió el cierre. “Inmediatamente para aquel entonces se tenía planteado restaurar el museo, el proyecto estaba a cargo del arquitecto Pedro Borrell, pero lamentablemente no se pudieron conseguir los fondos para el trabajo”, explica.

Al preguntarle sobre el destino de las colecciones que se exhibían, responde: “Todas las colecciones están en la sala del segundo nivel que colinda con la Cinemateca Nacional, inventariadas y embaladas”. Esa sala hoy día está clausurada por el nivel de contaminación que tiene.

“Ha sido un descuido de años y un desinterés acumulado por más de 25 años. Las condiciones del inmueble contribuyen a un deterioro progresivo”, expresa Conde.

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Pedazos de concreto en el piso de una sala del museo. (DIARIO LIBRE/MARVIN DEL CID)

La promesa de renovación

En marzo pasado, el ministro de Cultura Pedro Vergés se reunió con la Comisión Permanente de Cultura de la Cámara de Diputados, a cuyos miembros les expresó su preocupación por el deterioro del patrimonio físico cultural del país, que calificó en “un estado extraordinariamente calamitoso”, salvo la Catedral Primada de América.

En una información publicada en la página web del Ministerio de Cultura se indica que Vergés planteó a la Comisión que, por el volumen presupuestario que requiere la solución de esta situación, la salida más viable que previó su gestión era que se acoja un plan de fideicomiso que presentó el Ministerio de Cultura al Banreservas, que permitiría rescatar los principales museos y monumentos, y evitaría el deterioro por falta de mantenimiento.

En julio pasado, el presidente Danilo Medina realizó una visita sorpresa a la Plaza de la Cultura, un espacio que acoge a varios museos, entre ellos el de Historia y Geografía. La Presidencia informó que el mandatario ordenó la elaboración de un presupuesto para rehabilitar las instalaciones.

Lea también: “El Museo del Hombre Dominicano se quedó congelado en los años 70”

Según se informó a Diario Libre, la evaluación ya se entregó a la Presidencia y en esta trabajó la Oficina de Desarrollo Provincial en coordinación con el Ministerio de Cultura.

Una opción que se contempla para el de Historia y Geografía es usar el mismo edificio que hoy está contaminado. “El presidente rechazó, con los informes que se le dio, la demolición, y dijo que va a remodelar nada más lo que hay”, afirma De Camps, quien destaca que especialistas le indicaron que la infraestructura puede soportar hasta cinco plantas y tiene dos.

De Camps se pregunta por qué le pueden interesar a los gobiernos los museos. “Porque son visitados por turistas –se responde-. Hay turistas que vienen al país con el único fin de conocer quién era Trujillo, y aquí no hay nada, en estos momentos no hay nada, porque el único que tenía una sala sobre Trujillo era este, entonces, ese turismo que quiere conocer quién era Trujillo, cómo vivía, cuál era su imperio, necesita ese museo”.

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Miguel De Camps, director del Museo Nacional de Historia y Geografía. (DIARIO LIBRE/MARVIN DEL CID)
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