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“Las niñas bien”, un ácido y certero retrato de la clase alta mexicana

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“Las niñas bien”, un ácido y certero retrato de la clase alta mexicana
Pietaje de Las Niñas Bien.

Alejandra Márquez Abella estrena su segundo largometraje, “Las niñas bien” -el primero que llega a España de esta directora mexicana- donde compone un retrato ácido, certero y divertido de la clase alta mexicana, “un juego de apariencias”, dice, que se disfruta enfrentándose a ella sin prejuicios.

Porque hablamos de “niñas bien” que alquilan ponis para los cumpleaños de sus hijos, que tienen habitaciones enteras llenas de zapatos, bolsos y ropa de marca que renuevan en viajes a Nueva York y París, que juegan al tenis y conducen cochazos europeos, pero que, en realidad, explica la directora en una entrevista con Efe, “no tienen control ni sobre sus cuerpos, ni sobre sus vidas”.

“La clave para Ilse Salas (que interpreta a la protagonista, Sofía) y para mi -añade Márquez Abella- fue el título: cómo estas adultas se asumen como perpetuas infantes que tienen que ser protegidas y que no tienen control ni sobre sus cuerpos, ni sobre sus vidas, sino que están ahí como oyentes, sin entender nada”.

La película, basada en el libro homónimo de Guadalupe Loaeza, es un drama irónico que retrata a una arrogante clase alta mexicana, capaz de cualquier cosa para mantener sus privilegios, una élite que, hasta ahora, señala la directora, solo había sido tratada en cine con condescendencia, “de manera cómica y perdonando sus fechorías”.

Por ello, destaca, “del libro tomé la noción de que existían estas mujeres que vivían en el barrio de Las Lomas, lo más pijo de la Ciudad de México, y cómo, durante la crisis del 82, fueron duramente golpeadas”.

“Recogí su humor, pero tomé distancia para tomarlas más en serio. Y no les río las gracias porque temía que se volviera una especie de redención para ellas, y estaba convencida de que había que acompañarlas en esta historia, pero también juzgándolas”, señala.

La cinta traslada al espectador al México de 1982, un país golpeado por una crisis económica que llevó al presidente José López Portillo a nacionalizar la banca.

Sigue a Sofía, una “niña bien” esposa de un “junior” -un rico heredero que no tuvo que luchar por su fortuna-, madre de varios niños pequeños y planeta alrededor del que orbita una corte de amigas, igual de ricas que ella, que la admiran e incluso, envidian, y cómo asiste atónita al desmoronamiento de todo su estatus.

Márquez Abella confiesa que tuvo que pelear sobre sus propios prejuicios cuando le encargaron hacer la película.

“De entrada, no me parecía que estas niñas frívolas, de apariencia bastante vacía, pudieran provocar que nadie se quisiera asociar con un mundo así. Pero pronto me di cuenta de había una oportunidad ahí de mirar a los ojos a la élite y entender por qué están aferrados de esa manera tan fuerte al poder y sus privilegios”.

Márquez Abella ironiza con lo que ella llama “la herencia de la conquista y el sistema de castas” que se traduce en “un fervor por España en las clases altas latinoamericana como prueba de que cuanto más cerca estás de tus ascendentes españoles mejor personas eres o más importante”.

Y así llega a la película, en los sueños de la protagonista, que fabula ser amiga de Julio Iglesias y de los reyes de España, escucha los hits de la península ibérica y vive en los grandes almacenes del Corte Inglés: “El mundo de la nobleza española es lo más a lo que aspira la mujer mexicana de los 80”, se ríe la directora. EFE

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