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La bachata, la música dominicana que pasó de ser marginada a un fenómeno global

El Ministerio de Cultura declaró el 11 de diciembre como Día Nacional de la Bachata

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La bachata, la música dominicana que pasó de ser marginada a un fenómeno global
Parejas se adueñan de los lugares donde bailar bachata y otros géneros tropicales, es la norma. (FOTO: FÉLIX LEÓN/ DIARIO LIBRE)

La bachata no solo es un género musical: es un espejo de la identidad dominicana. Entre nostalgias, amores contrariados, migración y orgullo caribeño, este ritmo nacido en los márgenes terminó conquistando escenarios internacionales, academias de baile y reconocimientos culturales de talla mundial.

Su ascenso, marcado por luchas sociales y transformaciones estéticas, celebra hoy un hito histórico: un día como hoy, 11 de diciembre, pero de 2019, la Unesco declaró a la bachata Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Fue una victoria que puso nombre oficial a lo que muchos dominicanos ya sabían: la bachata es un patrimonio emocional que cuenta quiénes somos.

La declaratoria de la Unesco fue el resultado de un proceso intenso, liderado por el entonces delegado dominicano José Antonio Rodríguez junto a un equipo de artistas y profesionales, y con la colaboración esencial del cantautor Víctor Víctor, fallecido en 2020.

La propuesta cobró fuerza tras una frase del expresidente Danilo Medina, quien bromeó diciendo que, tras reconocer al merengue en 2016, “había que buscarle pareja, y esa era la bachata”.

Desde instituciones como el Centro León y Casa de Teatro hasta los propios bachateros, todos aportaron a una candidatura que reivindicaba las raíces populares del género y su evolución a lo largo de seis décadas.

Orígenes humildes y una historia marcada por el prejuicio

La bachata nació en los años 60, en los barrios marginados y las zonas rurales de la República Dominicana. Era la música de las clases trabajadoras: guitarras caseras, bongós golpeados con manos ásperas y maracas que acompañaban historias de desamores, migración, pobreza y resistencia.

Ese origen popular le costó caro al género. Durante años fue despreciado por las élites, que lo consideraban vulgar y carente de “prestigio”. Las letras directas y la estética simple alimentaron la etiqueta de “música de amargue”, alejada de los salones elegantes y de la radio oficial.

Pero el pueblo nunca soltó la bachata. En cada patio, en cada colmadón y en cada emisora clandestina, siguió creciendo, afinando su identidad y buscando su lugar.

El baile: un lenguaje corporal que también evolucionó

Aunque hoy parece inseparable de sus movimientos sensuales, el baile de la bachata no nació junto al género. No fue hasta los años 70 que los jóvenes comenzaron a desarrollar pasos propios: movimientos de pies básicos, balanceos cadenciosos y giros sencillos que reflejaban la intimidad emocional de la música.

Con el paso del tiempo, los bailarines incorporaron elementos de salsa, merengue e incluso tango, enriqueciendo el estilo y abriendo la puerta a fusiones que hoy son parte fundamental del fenómeno global.

Lo que empezó como un baile de barrio se transformó en una forma de conexión profunda entre parejas, donde la comunicación no verbal es tan importante como la música.

Estaciones del alma: letras que cuentan la vida dominicana

La bachata es crónica emocional. En sus letras viven: el desamor y el desengaño, los amores imposibles, la nostalgia del migrantela soledad del que parte, y la lucha cotidiana de los barrios populares.

Son canciones que narran lo que se siente, no lo que se aparenta. Por eso, para miles de dominicanos en la diáspora, especialmente en Nueva York, Madrid y Puerto Rico, la bachata funciona como un puente emocional con la tierra. Cada acorde de guitarra es un recuerdo, una calle, una casa, una voz.

De lo marginal al mainstream: el salto a los grandes escenarios

  • La transformación global de la bachata es un fenómeno sorprendente. A partir de los años 90, gracias a figuras como Juan Luis Guerra, Víctor Víctor, Blas Durán, Antony Santos, Luis Vargas y más tarde Prince RoyceAventura y Romeo Santos, el género adquirió una estética refinada: nuevas armonías, letras poéticas, arreglos más complejos y una producción que lo catapultó a las radios internacionales.

La bachata dejó de ser “música de amargue” para convertirse en sonido universal. Hoy domina listas de éxitos, llena estadios y se enseña en academias de baile desde Tokio hasta París. Festivales internacionales atraen a miles de seguidores que encuentran en la bachata un refugio emocional y una forma de expresión íntima.

Un lenguaje universal que sigue evolucionando

Aunque el mundo la celebra, la bachata nunca ha dejado de ser dominicana. En su esencia conviven el barrio, la poesía popular, la cotidianidad y la resiliencia. Sin embargo, su capacidad de adaptación, tanto musical como en el baile, la ha convertido en una cultura global en constante transformación.

La bachata es hoy un idioma que conecta culturas, generaciones y emociones. Un ritmo nacido en la exclusión que terminó enseñándole al mundo que lo auténtico, lo profundo y lo humilde también puede convertirse en arte universal.

Y así, desde la Unesco hasta los patios del Caribe, la bachata sigue contando la misma historia: quiénes somos, de dónde venimos y por qué el corazón, cuando suena una guitarra, late un poquito más fuerte.

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