Crisis del COVID-19 y la globalización de la educación
Está pendiente qué sucederá con los sistemas educativos que no adecuaron sus instituciones para dicha transformación
Mientras los científicos de todo el mundo están a la carrera en desarrollar una vacuna para tratar el COVID-19 mediante el estudio del material genético ARN, se registra un acontecimiento sin precedentes: ver a miles de especialistas intercambiando tanta información en tiempo real, en momentos donde la actual crisis ha globalizado la educación, acrecentando los retos entres padres, estudiantes y maestros.
India ha suspendido el año escolar por la velocidad de propagación del mortal virus. Los estudiantes de Corea del Sur, Irán, Japón, Francia y Pakistán no están asistiendo a clases. En los Estados Unidos, Washington, Maryland y Virginia (DMV), California, Nueva York y Óregon, se han acogido a dichas medidas. Con el “nuevo” proceso pedagógico, está pendiente qué sucederá con los sistemas educativos que no adecuaron sus instituciones para dicha transformación.
María A. Gómez, de 48 años, quien es una dominicana residente en Maryland y exprofesora universitaria de la O&M, entiende que “la educación vía internet no rendirá los mismos frutos, ya que los estudiantes no recibirán los insumos con la misma calidad o cantidad de tiempo para lograr un aprendizaje absoluto de las materias que se les imparten”.
“Mientras los estudiantes reciben la educación por internet, uno como padre se está desentendiendo, sin percatarnos que allí están los piratas informáticos bombardeando a nuestros hijos”, expresa.
Por su parte, Juana Rivera, una hondureña de 38 años, residente en Virginia, dijo: “Yo, como madre y profesional, no puedo estar supervisando a mi hija pequeña. Me afecta que el papel de madre lo está desempeñando mi hija mayor, porque yo debo trabajar”.
“Quizás existen padres que sí tienen el tiempo, pero tampoco ellos tienen la preparación o el conocimiento en internet y, en el peor de los casos, no tienen los recursos. Creo que después de la crisis, se deberán tomar medidas de emergencia en términos educativos”, considera Rivera.
Otra situación en la que también hay que pensar y evaluar es qué pasará con los hijos que necesitan la educación especial, cuyos padres no tienen la experiencia en esas áreas y, por lo tanto, cómo podrán hacer con esos hijos con Síndrome de Down, autismo, etcétera, o los que desarrollarán trastornos de estrés, ansiedad o depresión.
Gobiernos cuyas estructuras de sanidad históricamente estables y que se prepararon para la implementación de planes de contingencia han tenido que reconocer que no estaban listos. Empero, el resto del mundo está en proceso de reingeniería ante los grandes cambios que se avecinan en todas las estructuras sociales, y una de las principales interrogantes que los expertos se hacen es si las medidas de confinamiento han ayudado a reconfigurar el orden de prioridades en la vida de las personas.
Josefina García, madre soltera de 35 años, residente en Washington DC, dice que en las mañanas despierta a los niños, los baña, los desayuna y los conecta a la computadora de 9:00 a 11:00 a.m. Mientras su hijo mayor está haciendo sus clases, ella le dedica más tiempo al menor ayudándolo con las matemáticas y los proyectos escolares. Al finalizar, realizan actividades físicas por unos 20 minutos.
“Al principio no tenía idea de lo que hacía, era todo un desorden, tanto los niños como yo súper frustrados. ¿No hallábamos qué hacer? Siento que mis prioridades como mujer están en un último lugar, ahora lo que hago para reducir el estrés es entrenar en la casa con ellos saltando trampolín”, dice García sobre su nueva rutina de vida.
La profesora Camila López, de 50 años, colombiana, educadora pública, comenta: “Como profesora, que llevo 10 años enseñando de kínder a octavo, esto cambió todo”.
“Gracias a Dios nuestra escuela se movió rápido, hubo una etapa de confección: ¿qué vamos a hacer?, e hicimos lo más fácil, que fue imprimir paquetes que se los dimos a los estudiantes y ellos estuvieron revisando lo que habíamos aprendido durante el año en las plataformas de información, porque no sabíamos cuánto tiempo esto iba a durar”, dice.
La docente considera que, a nivel elemental, se requiere tener mucha ayuda didáctica. “Ahora esta nueva realidad, donde tienes 15 caritas al frente tuyo, es como dijo un profesor: Es estar en el cielo e ir armando el avión en la medida que vuelas”, expresa. Y agrega: “No es fácil, hay un nivel de estrés por toda la situación y por sentir la responsabilidad de querer hacer tu trabajo.
“No considero que sé mucho de tecnología, pero me ha tocado aprender a enseñar con la computadora, y es otro nivel de estrés aprender a sentirme cómoda viéndome en la cámara. Los padres no veían mis clases, ahora mi clase está expuesta a todo el mundo”, confiesa.
Aunque la estudiante Benyalis Pineda, de 10 años y quien cursa el quinto grado de primaria, se ha adaptado al nuevo sistema virtual, se siente cansada por la cantidad de tareas.
“Cuando mi papi me está explicando la clase de matemáticas, yo me confundo. Me siento feliz por estar en la casa y triste porque extraño el jugar voleibol con mis amigos. Cuando me envían muchas tareas, me siento aburrida, estresada y con deseo de no hacer nada”, dice.
Son muchos los retos que se avecinan con la tendencia de la alfabetización en la era digital.