La ermita y la plazoleta de San Antón

Hermosa y señorial, la ermita luce hoy descuidada por la falta de sacerdotes que den calor a su legado religioso colonial en una zona de gran belleza. Por María Cristina de Carías y César Iván Feris Iglesias

El exterior del monumento mantiene la sobriedad de las iglesias barriales del periodo colonial de la ciudad de Santo Domingo. (Fuente externa)

La zona de San Antonio de Padua está localizada detrás del conjunto monumental del convento de San Francisco. Debemos recordar que san Antonio fue uno de los grandes sacerdotes, reconocido santo por el mundo de entonces y seguidor de la orden Franciscana. Es por esto que la ermita forma parte esencial del monasterio de San Francisco.

El origen de la pequeña iglesia estuvo ligado a los primeros esclavos africanos ya bautizados, desde la segunda mitad del siglo XVl, cuando se inicia su construcción. Erigida dentro del espíritu gótico, al exterior mantiene la sobriedad de las iglesias barriales del periodo colonial en Santo Domingo, al estilo de san Miguel y el Carmen.

Los materiales de construcción consistieron fundamentalmente en la piedra y el ladrillo como elemento complementario en muros secundarios. De una sola nave, con dos espacios laterales, al este y al oeste, para funciones de sacristía y sala parroquial.

Desafortunadamente la ermita fue destruida por el ciclón San Zenón, después de haber sufrido desperfectos anteriormente a consecuencia de fenómenos naturales. Se conservaron solo algunas ruinas y en la segunda mitad del siglo pasado, fue reconstruida integralmente como era y en donde era, por el ingeniero José Ramón Báez López-Penha, entonces presidente de la Comisión de Monumentos.

Una característica interesante de la ermita, es su espadaña de forma piramidal, la que se encuentra localizada en el ángulo sudeste de la fachada principal y guarda paralelismo con la espadaña original que existe en el también templo barrial de San Lázaro, en la misma zona norte de la antigua ciudad.

Este acogedor espacio religioso está precedido por una gran plaza abierta; definida lateralmente en dirección este-oeste, por dos hileras de viviendas, algunas fabricadas en madera, material que aporta un claro sentido barrial a esta encantadora zona. La perspectiva fundamental de la iglesia y de la plaza es la vista de la impresionante construcción de la parte trasera de la antigua iglesia de San Francisco, así como el lateral de la Orden Tercera que fue la primera iglesia conventual.