El peligro que decidieron ignorar

Algunos de los afectados afirmaron que propietarios de la envasadora de gas propano afectada por una explosión en el sector de Los Ríos les han ofrecido apoyo económico.

Una de las casas destruidas por la explosión frente en la calle La Fe, de La Esperanza, en Los Ríos. (Martín Castro/Diario Libre)

SANTO DOMINGO. A punto de caer la noche, Eleno Olivares observaba los escombros de lo que fue su casa. La empezó a construir hace 18 años, luego de comprar un solar junto a la envasadora de gas propano, ubicada en el sector Los Ríos del Distrito Nacional, en donde se produjo una explosión la madrugada de ayer, y de la que él y su familia salieron ilesos.

-¿Pensó alguna vez al peligro que se exponía? ¿No imaginó que pudiera ocurrir una explosión como la de hoy?

El señor Olivares toma unos minutos para contestar.

-No, no lo pensé cuando hice mi casa aquí. Con el tiempo sí, fui analizando el peligro, pero no imaginé algo así.

Afirma que cuando inició la construcción de su vivienda, que alcanzó los tres pisos, había pocas casas en el lugar. “La gente compró solares y empezó a construir. Los que tenían más tiempo aquí me dijeron que cuando iban a instalar la planta se quejaron y protestaron, pero que al final la pusieron ahí”.

Sin embargo, Olivares no lamenta la pérdida de su casa, sino que agradece que ni sus seis hijos, ni su esposa, ni su nieto resultaran lesionados. También expresa sus gracias a Dios porque sus inquilinos, tres familias que vivían en el segundo y tercer piso, lograrán salir de la zona antes de la explosión.

Los menos visibles

Al final de la calle La Fe, un espacio separado de la entrada de la vía por los escombros de la casa de Eleno Olivares que obstruyen el paso, están los afectados menos visibles.

“Vengan por aquí. Los periodistas no han venido por aquí”, dice Marileydi Ramírez mientras desvía a los reporteros que ve y los guía por un callejón desde la avenida Circunvalación hasta otro callejón al final de la calle La Fe. Ya es de noche.

La poca visibilidad no deja ver en detalle los daños de las casas, que carecen prácticamente de espacio de separación entre una y otra. Al fondo una casa azul dividida en dos espacios, cada uno para una familia, está sin techo y quemada por dentro.

“Nosotros nos salvamos porque escuchamos la bulla. Cuando salimos todo esto estaba lleno de un humo blanco y salimos corriendo. Al poco rato escuchamos la explosión”, expresa agitado Franklin Mateo, quien vive como inquilino en uno de los dos espacios de la vivienda azul, cuyo interior está casi totalmente quemado.

Franklin no tiene donde quedarse. “Dormiré como pueda dentro de la casa”.

“Yo no vi a los propietarios de la empresa. Espero que nos ayuden”, dice Flavia Rodríguez, ocupante del otro lado de la vivienda y que dice perdió todo. “Y yo construyendo mi casa para irme de aquí, pero pasó esto”, se lamenta.

Ambos tienen cinco años residiendo en el lugar.

-¿Temieron en algún momento que pasara algo como esto?

Ambos contestaron con un no.

De reversa en el callejón, otra casa con el techo parcialmente derrumbado. “Tengo ocho meses aquí”, comenta con una vela en mano Berenice Suero al tiempo de recoger lo poco que quedó en su cocina para llevarlo a casa de un familiar donde pasará la noche con tres hijos.