Reformas de Raúl: nuevo rumbo de la Revolución sin tambalear sus cimientos

Vista de un grafiti con la imagen del Che Guevara en una calle de La Habana (Cuba) hoy lunes 16 de abril de 2018, a pocos días de que Raúl Castro deje la presidencia de la isla y sea elegido un nuevo mandatario.

LA HABANA. Aupado a la presidencia de Cuba en 2006 por la enfermedad de Fidel, Raúl Castro, a punto de abandonar el cargo, emprendió reformas de calado en la isla para garantizar la supervivencia económica de la Revolución pero sin tambalear sus cimientos comunistas.

El relevo de poder al pequeño de los Castro -confirmado presidente en 2008 y elegido primer secretario del Partido Comunista en 2011- se hizo de manera suave y sin sobresaltos, y los que auguraron el fin de la Cuba castrista comprobaron que Raúl tenía bien amarrado el timón de la Revolución.

Con el fin de “actualizar” el modelo socialista de la isla según la jerga oficialista, un reformista Raúl Castro acometió cambios impensables en la era fidelista: apertura del sector privado frente a la economía centralizada, captación de inversión extranjera frente a nacionalización de empresas o la entrega en usufructo de tierras a campesinos frente a la expropiación latifundista.

El “cuentapropismo” -como se denomina al trabajo autónomo-, que se amplió en 2010 a más de 200 profesiones, modificó gradualmente el paisaje económico de la isla, donde brotaron negocios privados que escaseaban antes como cafeterías, restaurantes, hostales, salones de belleza o gimnasios.

La apertura del sector privado pretendía reducir las abultadas plantillas de las empresas estatales, con salarios medios de 20 dólares mensuales, insuficientes para afrontar el alto precio de los productos básicos en Cuba, donde el nivel de vida se encareció aún más con la oleada de turistas que desató el deshielo con EEUU en 2014.

Al calor del “cuentapropismo”, que creó empleos con un nivel salarial más alto, germinó una especie de clase media que comenzó a dejarse ver en restaurantes, hoteles o gimnasios de pago en divisas en los que en el pasado solo se veía a extranjeros.

En el plano social, Raúl suavizó restricciones que agobiaron a los cubanos por décadas como la posibilidad de los viajes al exterior o la compraventa de coches y casas.

La vida del cubano experimentó un cambio importante con la reforma migratoria del 2013, que permitió que miles de residentes de la isla -que podían permitirse pasajes y con la suerte de obtener visados- salieran del país y en muchos casos se recompusieron familias fragmentadas durante años por el exilio.

Cinco años después de esa reforma, casi 820.000 cubanos han viajado al extranjero, el 80 % de ellos por primera vez en su vida; un cambio que ayudó también a que mucha gente conociera otras formas de vida, costumbres y sistemas políticos.

La posibilidad de adquirir coche y vivienda, entrar en hoteles que antes solo admitían extranjeros o conectarse a internet -todavía con muchas limitaciones y a precios elevados- también alivió parte de la presión que los cubanos afrontaban en el día a día.

Con todo, debido a los bajos salarios y las dificultades económicas que todavía atraviesan muchas familias, las reformas no lograron sacar a miles de familias de la pobreza, ni frenaron el éxodo de cubanos, especialmente a Estados Unidos, alentados por los beneficios migratorios que mantuvieron hasta enero de 2017.

Entre finales de 2014, cuando se anunció el deshielo entre Cuba y EEUU, y enero de 2017, cuando el entonces presidente Barack Obama, revocó la política “pies secos, pies mojados” para destrabar la normalización de relaciones con la isla, más de 100.000 cubanos habían emigrado a ese país.

Bajo el mandato de Raúl Castro y alentados por el temor a perder sus beneficios migratorios en EEUU, estos cubanos protagonizaron uno de los mayores éxodos de la Revolución, que superó la “Crisis de los Balseros” de 1994, cuando unos 37.000 emigraron por mar a EEUU debido a la grave crisis del Periodo Especial en los noventa.