Rizos y “espendrús” para reivindicar la cultura afrocubana

Para los jóvenes cubanos, abrazar su africanidad empieza por cambiar su apariencia para romper con siglos de colonización (EFE)

LA HABANA.- “A veces me preguntan si se me perdió el peine”, sonríe Leydis, que hace casi tres años decidió “liberarse de la tortura de laciado” y llevar con estilo su gran afro, una imagen que poco a poco ha dejado de ser rara en las calles de Cuba.

Aunque en la isla caribeña todos aceptan que “el que no tiene de congo, tiene de carabalí”, como muestra la gran mayoría mestiza de su población, paradójicamente la cultura afrocubana ha sido relegada a un estatus casi marginal que una nueva generación se ha propuesto revertir comenzando por lo más visible: el cabello.

Para los jóvenes cubanos, abrazar su africanidad empieza por cambiar su apariencia para romper con siglos de colonización y cánones de belleza que han provocado que en el país caribeño el cabello afro se vea como “pelo malo” que hay que arreglar.

En coincidencia con el auge del “black power” en Estados Unidos a fines de 1960 y principios de 1970, en la isla se vieron los primeros “espendrús” - término popular cubano para el peinado afro-, pero la moda no sobrevivió mucho tiempo y fue sustituida por trenzas y “desrices”, diseñados para domesticar el cabello.

“A pesar de que muchas personas se identifican con las raíces ‘afro’ desde el punto de vista de la religión, existe una desconexión con la forma en la que te sientes como afrodescendiente”, aseguró a Efe Adriana Heredia, coordinadora del proyecto “Beyond Roots” (”Más allá de las raíces”).

Esta propuesta, que comenzó como una serie de “experiencias” en la web Airbnb dedicadas a mostrar facetas de la cultura afrocubana a visitantes extranjeros, ha mutado en una iniciativa social que “enseña los valores positivos” de la identidad afro.

“Usamos la moringa, el romero, la albahaca, que es un excelente anticaída. Empezamos a experimentar, lo usé en mí, a un vecino mío le encantó y me dijo: deberías compartir estos conocimientos con el resto del país”, explicó la estilista, que vive y trabaja a domicilio en la ciudad de Ciego de Ávila (centro del país).

Sus productos: una crema definidora y un spray hidratante completamente artesanales. Ambos se han vuelto muy populares entre la comunidad afrodescendiente, que se identifica con el eslogan “sé tu misma, sé natural” impreso en las etiquetas de “Qué Negra!”

Confesó que aunque ahora se ha despojado de los “complejos”, ha sufrido “discriminación por los dos lados: demasiado blanca para andar con las negras y demasiado negra para andar con las blancas”, un “estigma” del que decidió desprenderse cuando se apropió del término despectivo con que la llamaban.

“Yo soy ‘jabá’, que es una expresión despectiva, pero lo soy y voy orgullosa (...) Me involucré más en este tipo de eventos porque no quería que las adolescentes pasaran por lo que yo pasé y supieran que pueden lucir hermosas, por ejemplo, en su fiesta de quince, con su pelo natural”, insistió.

Dos años atrás, a los 17, Arla decidió dejarse el pelo natural por primera vez.

“Mi mamá me lo laciaba a pesar de las protestas de mi padre. Al principio no sabía como rizármelo, la transición fue horrible porque se me rizaban algunas partes y otras no”, explica la estudiante.

A su lado, Sheyla (19 años) admite que por el contrario, “siempre lo ha llevado así”, aunque se quejó de que aún no existen suficientes salones de belleza dedicados al cabello afro.

“Yo me identifico con mi pelo rizo, con toda la melanina que mi piel tiene, con toda la historia que tiene que contar, por qué me voy a laciar el pelo y ser una más del montón. La vida es muy corta para llevar el pelo aburrido”, sentenció.

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