Cómo Chile logró reducir el impacto del terremoto de 8,3 grados

En 2010 un terremoto más potente dejó pérdidas similares al 18% del PIB chileno de ese año

SANTIAGO DE CHILE. Chile, uno de los países más sísmicos del mundo, enfrentó de buena forma el terremoto de 8,3 grados, seguido de un tsunami, que dejó 12 muertos y cinco desaparecidos.

Los chilenos aprendieron las lecciones que dejó terremoto de 8,8 grados y maremoto del 27 de febrero de 2010, que dejó como saldo más de 500 muertos.

Esta vez todos los protocolos parecieron funcionar.

A los pocos minutos de producirse el movimiento telúrico, la Marina chilena lanzó una alerta de tsunami sobre todo el territorio nacional, provocando la evacuación de un millón de personas, quienes al cabo de horas regresaron sanos y salvos a sus hogares.

Cuando ocurrió el sismo de febrero de 2010 y tras una serie de órdenes fallidas de las autoridades, miles de personas permanecieron en la zona costera o regresaron a sus casas luego de que se descartara tempranamente la alerta de tsunami.

La justicia investiga aún la responsabilidad de las autoridades de la época en al menos un centenar de las víctimas que dejó aquel maremoto, que dejó pérdidas económicas por 30.000 millones de dólares, equivalentes a un 18% del PIB de ese año.

Infraestructura resistente

El último reporte oficial cifró en 12 el número de muertos y cinco los desaparecidos, mientras aún las autoridades no entregaban un catastro oficial de daños, concentrados esta vez en el borde costero y en construcciones livianas o de adobe.

En Santiago, la capital chilena, y otras ciudades grandes del norte del país, como La Serena, las áreas urbanas no habían registrado mayores daños.

Ello, como consecuencia Chile del desarrollo de una arquitectura de vanguardia.

“En Chile ocurren frecuentemente terremotos tan importantes que nuestros ingenieros se han preocupado de hacer, conocer y diseñar infraestructuras como edificios que soporten estas demandas sísmicas”, explica Barrientos.

El sismo de 2010 afectó a sólo un 0,3% de los casi 10.000 edificios en Santiago, con apenas un par de edificios colapsados, como consecuencia de la puesta en marcha de rigurosas normas de construcción y una innovadora tecnología de “disipación sísmica” o “aislamiento sísmico”.

Las tecnologías buscan aislar a los edificios frente a los movimientos del suelo, reduciendo su desplazamiento a través de estructuras que concentran la energía.

A nivel educacional también se ha hecho un trabajo importante.

La Oficina Nacional de Emergencias (Onemi) educa a escolares con una casa que simula la ocurrencia de un terremoto y con frecuentes simulacros de evacuación en colegios.

Los chilenos están también cada vez más atentos a la información sísmica y dispuestos a tomar medidas de prevención.

“Aprendimos a convivir con estos fenómenos, ahora pasa a ser una rutina diaria el hecho de estar expuesto a las posibles consecuencias de estos terremotos”, concluye Barrientos.