Drones y manatíes: el uso de la tecnología en la conservación de esta especie en peligro crítico

Por primera vez se documenta una familia de manatíes en Samaná con imágenes de un dron

5 manatíes de un grupo de 7 son vistos en Portillo, Samaná, el 1 de mayo de 2017. (Foto: Marvin del Cid)
POR: Marvin del Cid

El manatí antillano o del Caribe (Trichechus manatus manatus), se encuentra críticamente amenazado en La Hispaniola. La caza furtiva y muertes accidentales han mermado las poblaciones de estos mamíferos marinos por décadas.

La palabra “manatí” viene del taíno arahuaca para representar este mamífero acuático. Para los taínos, “manatí” quiere decir ¨con tetas¨, y/o pecho de mujer (Reeves et al. 1992).

En República Dominicana, los manatíes, son relativamente más abundantes en las costas noroeste, noreste y en la región sur.

Es en Estero Hondo, Puerto Plata, donde existe una población protegida en un santuario destinado a su conservación. Otros puntos identificados con presencia de estos animales son la Bahía de San Lorenzo en el Parque Nacional Los Haitises, Puerto Viejo en Azua, el Parque Nacional Cotubanamá y el Monumento Natural Isla Catalina.

La importancia del manatí

La bióloga marina Haydée Domínguez, especializada en manatíes, explica que estos juegan un papel importante en el ecosistema marino y costero de nuestra isla. Al ser herbívoros y consumir diariamente una gran cantidad de plantas acuáticas, algunos científicos creen que los manatíes sirven como controladores de malezas acuáticas.

Sin embargo, su importancia más bien radica en su relación y balance con las hierbas marinas. Al alimentarse activamente de las praderas, estimula a que las mismas crezcan. También los manatíes fertilizan las praderas con su excremento y ayudan a esparcir las semillas a otras áreas.

Los manatíes también son importantes porque nos sirven de centinelas que avisan y nos hacen entender la salud del ambiente costero. Esto quiere decir que los científicos, al estudiar la salud y composición de las poblaciones de manatíes, los utilizan como indicadores de problemas de salud que pudieran surgir en la vida silvestre, el hábitat costero y en los recursos marinos.

“Es muy poco lo que se conoce para la especie en la isla, la falta de estudios científicos y la poca densidad de su población hacen imperativo tomar medidas para su conservación”, expresa la bióloga dominicana.

En la siguiente secuencia se puede ver un manatí adulto en el Santuario de Mamíferos Marinos de Estero Hondo en Puerto Plata.

El encuentro con un dron

El 29 de abril de 2017, el biólogo marino de la Autoridad Nacional de Asuntos Marítimos (ANAMAR), Omar Shamir Reynoso, invitó a quien redacta este artículo para intentar documentar con un dron una población de manatíes identificada hace unos años, en playa La Barbacoa, al norte de Samaná entre Portillo y El Limón.

Es la primera vez que se intentará documentar estos animales en la zona con el uso de un dron.

Esta playa, de acceso difícil por las condiciones del camino, es un hábitat ideal para el manatí. Manchas de coral, vastas praderas de hierba marina y presencia de agua dulce son las condiciones perfectas para la especie.

Con amenaza de lluvia hago mi primer vuelo. Luego de 20 minutos barriendo la pequeña bahía, no hay rastros de los animales. Un poco decepcionado, el biólogo piensa que puede ser efecto de la inusual marea baja que afecta esta parte de la isla en ese momento.

Es incierto si la población previamente identificada sigue en la zona. De ya no estar, puede ser un mal indicador de la salud costera y una muy mala noticia para la preservación de la especie.

El biólogo regresa a Santo Domingo, mientras yo permanezco unos días más en Samaná. Es fin de semana largo, el clima lluvioso me obliga a permanecer encerrado por largos períodos de tiempo en un complejo turístico de Portillo, al este de Las Terrenas.

Es lunes 1 de mayo y muy temprano por la mañana el sol hace presencia, y mientras la familia duerme decido hacer un vuelo recreativo con el dron por la playa.

Una suave y cálida brisa contrasta con un cielo negro que se aproxima desde el noreste, tengo poco tiempo para volar el dron antes de que la lluvia arranque de nuevo.

Vuelo a unos 80 metros de altura. Es una vista hermosa de Portillo, el agua es transparente y puedo ver el fondo del mar hasta unos 200 metros de distancia desde la playa. Luego de unos minutos de vuelo en dirección oeste, apunto la cámara a posición cenital y puedo ver una forma extraña en la pantalla, con un gris claro que contrasta con el verde oscuro de una pradera marina de thalassia.

Inicio el descenso para ver de qué se trata. Estoy a menos de 15 metros de altura y sospecho que puede ser un manatí por el contorno del cuerpo. A esta altura puedo ver que se desplaza lentamente mientras se alimenta de hierba y doy un brinco de sorpresa, puedo sentir una descarga de adrenalina.

Es un adulto solitario, sobre una pradera de thalassia, su alimento preferido, en aguas someras de un metro y medio de profundidad, tal vez. Trato de acercarme un poco más, puedo ver su hocico arrancando el alimento del fondo y dos rémoras en su enorme cuerpo. Me traicionan los nervios y bajo imprudentemente hasta estar a unos 3 o 4 metros arriba del animal, me aseguro de estar grabando el encuentro.

De pronto el animal siente la presencia del dron y escapa rápidamente. Gano altura y trato de seguirlo hasta que llega a aguas más profundas y lo pierdo.

Busco durante varios minutos y no puedo encontrarlo, mientras la lluvia se aproxima. Estoy a casi un kilómetro del punto de partida y debo volver rápido.

Llamó al biólogo de ANAMAR y le cuento del encuentro. Aunque en esa zona se han reportado avistamientos de manatíes, no se ha documentado una población residente.

Me pide si puedo hacer otro vuelo de reconocimiento en la zona y ver de nuevo al manatí.

Es media mañana y la lluvia da tregua, corro rápidamente hacia la playa, levanto el dron y me dirijo rápidamente al mismo punto de más temprano. No encuentro nada y decido volver ya con poca batería. En el camino al punto de salida encuentro un manatí, no estoy seguro si es el mismo, solo puedo ver que es un adulto.

Ya creo que la suerte está de mi lado y puedo hacer un reporte a Omar Shamir Reynoso, confirmando la presencia de por lo menos un manatí. Cambio batería y sigo buscando, muy cerca del segundo avistamiento encuentro una pareja, creo que esto ya es más que suerte.

De nuevo la lluvia me hace regresar, llamo de nuevo al biólogo.

“¡Tú tá relajando!”, me dice, mientras le cuento la experiencia.


Debo volver a Santo Domingo ese día y antes de partir intentaré hacer otro vuelo más por la tarde.

El guardián del complejo turístico se me acerca mientras preparo el dron, es un hombre de origen haitiano, de unos 60 años de edad, me pregunta que es lo que ando buscando con el aparato.

–Manatíes– respondo.

–Ah sí, yo los veo que pasan a cada rato.

–¿Ajá?...

–Sí, yo soy pescador, a veces salgo en mi yolita y me los encuentro en todo eso de por ahí.

–¿Está seguro?

–¡Mire uno sacando la nariz ahí!

Volteo rápidamente y no veo nada, me dice que vuele el aparato a unos 80 metros de la orilla en dirección norte y que lo voy a ver.

Un tanto incrédulo, dirijo el dron a donde el hombre indica, y no había un manatí... ¡Era un grupo de 5, incluido una cría!

–Se lo dije.

–No lo puedo creer...

–A veces llegan aquí cerquita, cuando la marea está alta.

–¿Usted los mata?

–¡Noooo, yo no! Aquí hay gente que a escondidas los matan para comer y vender la carne, pero ya quedan pocos y si lo cachan a uno lo meten preso, yo aprendí a respetar a esos animales.

De regreso a Santo Domingo, soy invitado a mostrar el material en fotos y video en ANAMAR. Para todos los presentes es una sorpresa ver un grupo de manatíes en Portillo y más aún la presencia de una cría.

Además el material es mostrado al Ministro de Medio Ambiente, Francisco Domínguez Brito, quien se emociona por la noticia.

En este punto no sabemos si fue una casualidad encontrar este grupo de mamíferos, existe la posibilidad de que solo estuvieran de paso.

ANAMAR adquiere su primer dron y planificamos una segunda vista a Portillo para averiguar si los manatíes rondan el área.

Dos semanas más tarde, el 20 de mayo de este año, planificamos hacer varios vuelos de reconocimiento, pero no iríamos solos. El reconocido fotógrafo submarino, José Alejandro Álvarez, nos acompañaría para intentar, además, fotografiar por lo menos un individuo por debajo de la superficie. Esto era todo un reto, José Alejandro, durante años había intentado fotografiar un manatí en aguas claras en la República Dominicana. Solo había tenido la oportunidad de hacerlo en Crystal River en la Florida. En Estero Hondo, el agua es turbia y eso hace imposible conseguir una buena imagen.

Era un día soleado. Salimos desde el punto más cercano a los avistamientos de 20 días atrás, en la playa pública Calolima, como le llaman los lugareños.

El plan

Luego de discutir brevemente la estrategia, teníamos una idea que podría funcionar.

Yo saldría primero con el dron a rastrear el lugar, de encontrarlos, marcaría el punto y regresaría rápidamente a la playa para esperar que José Alejandro y su pareja se acercaran nadando hasta el punto, mientras yo ahorro batería.

Ya ellos cerca del punto, regresaría con el dron al punto anterior a buscar al o los manatíes. De encontrarlos me acercaría a José Alejandro y con movimientos precisos del dron le indicaría si es positivo o negativo el avistamiento. Al hacer contacto visual, mantendría el dron sobre el objetivo a unos 30 metros de altura, para servir de guía al fotógrafo.

Mientras tanto Omar Shamir y Werner Leo de ANAMAR, estarían listos con su dron para seguir con el plan cuando yo tuviera que regresar por batería, cada una tiene una autonomía aproximada de 25 minutos.

Estamos listos y salgo con la esperanza de volver a encontrar por lo menos un manatí.

No han pasado los primeros dos minutos de vuelo y a cerca de cien metros de la costa encuentro uno y al hacer un giro, de noventa grados al sur, puedo ver un grupo cerrado de cinco, incluidas dos crías. Ya la misión es un éxito, permanecen en el mismo lugar y sabemos que son más de lo que pensábamos. Días después, al revisar el video en la computaría, me doy cuenta que eran siete y no seis.

Seguimos con el plan, regreso rápidamente mientras los buzos entran al agua con cámara en mano. Al estar cerca del área es hora de volver con el dron y reubicar al grupo.

Me coloco por arriba de ellos y con la cámara ubico la distancia entre José Alejandro y el objetivo. El grupo si dispersa cuando el fotógrafo se encuentra a unos 40 metros de ellos. Decido quedarme con una madre y su cría, mientras cruzan por un canal coralino a aguas más profundas.

El agua clara me permite ver bastante bien, pero por momentos los reflejos del sol sobre el agua son un obstáculo para darles seguimiento.

José Alejandro hace contacto con el par de animales, a quienes trata de fotografiar. Mientras observo la maniobra desde el aire, en la parte inferior de la pantalla veo dos adultos que se acercan, curiosos tal vez, hacia el fotógrafo sin este darse cuenta. No tengo forma de avisarle, solo espero que José voltee y los pueda ver. No logra fotografiar a la madre y su cría, pero hace contacto visual con los dos que se acercan, me hace una señal con la mano y se sumerge. Solo me queda regresar con poca batería y esperar.

El primer registro fotográfico, por lo menos un individuo de este grupo, está hecho.


Volvimos por la tarde al mismo punto, como ya era costumbre, seguían en el mismo lugar. Esta vez entra también al agua Omar, para poder ver de cerca a los animales.

Ellos están más dispersos, y pierdo contacto visual. Gastamos nuestras baterías tratando encontrarlos, una madre y su cría son vistos a cerca de 400 metros en mar abierto, es muy difícil llegar a ellos por agua.

Regresamos a Santo Domingo con la alegría de encontrarlos en el mismo punto, es una buena señal de que la zona en un hábitat ideal para que permanezcan en menos de 1 km a lo largo de la costa y a no más de 500 metros de la orilla.

Vista de la zona donde se documentaron los Manatíes en Portillo. Por (Foto: Marvin del Cid)
Uno de los primeros manatíes documentados el 1 de mayo. Por (Foto: Marvin del Cid)
5 manatíes, incluidas dos juveniles. Por (Foto: Marvin del Cid)
José Alejandro e Hinya mientras se acercan al punto de encuentro con los manatíes. Por (Foto: Marvin del Cid)
Hinya de Peña observa el drone mientras le hago señales con movimientos del drone. Por (Foto: Marvin del Cid)
José Alejandro Alvarez intentando fotografiar a los manatíes. Por (Foto: Marvin del Cid)


Dos semanas más tarde Omar regresa al mismo punto y los encuentra de nuevo.

La tecnología nos da la oportunidad de poder descubrir y analizar a las especies y sus hábitats de formas que hasta hace poco eran imposibles o muy costosas. Para ANAMAR esto abre una puerta enorme para poder estudiar a este grupo de manatíes.

Omar explica: “El manatí es la única especie de mamífero marino oficialmente declarada en peligro crítico de extinción en la República Dominicana (Resolución No. 16/2011). La costa norte de la Península de Samaná es una zona importante para los manatíes, con avistamientos reportados desde hace décadas.

En dicha zona se encuentran las principales amenazas para la especie: embarcaciones de motor, reportes de muerte por enredamiento en artes de pesca, contaminación, etc.

Con el uso de drones podemos evaluar la presencia actual de manatíes en la zona y ubicar las áreas que más frecuentan con un costo relativamente bajo, como una metodología innovadora, efectiva y segura.

Además de identificar población y las áreas de alimentación, entre otras cosas, podemos educar y sensibilizar a la población sobre esta especie”.

El 29 de junio se reportó en Portillo, en playa Calolima, la muerte de un manatí adulto macho.

La noticia nos tomó por sorpresa, fue muy triste. Todo apunta a que era “uno de los nuestros”, para nosotros fue como perder un amigo o un pariente. La autopsia reporta que fue por muerte natural, una parasitosis crónica afectó al animal hasta llevarlo a la muerte.

Las medidas

A partir de estos avistamientos, ANAMAR ha desarrollado un innovador proyecto para hacer un censo de población en el norte de Samaná. En una etapa inicial se cubrirá desde la Bahía de Cosón, hasta El Limón, con cuatro drones, desde julio hasta diciembre. Al mismo tiempo se hará análisis de calidad de agua e identificar las amenazas a la especie y su hábitat. Cada vuelo con el dron, será registrado en un formulario con datos específicos que alimentarán una base de datos.

Para el Presidente de ANAMAR, Pascual Prota Enrique, el avistamiento de una familia de manatíes, compuesto por 7 individuos en la playa Calolima, sugiere que la presencia de estos mamíferos en la costa norte del istmo de Samaná puede ser mayor de lo que habíamos pensado. De ser así el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la asociación de hoteles de la zona, deberían implementar un plan de manejo que proteja esta carismática especie que fortalece la oferta ecoturística de la zona, que cuenta además con la mayor concentración de ballenas jorobadas del Caribe.

Es por esto que, el Ministerio de Medio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, evalúa la zona para tomar medidas de protección que puedan ayudar a proteger a los manatíes de Portillo, específicamente.

“Los manatíes no tienen ningún enemigo natural, excepto el humano. Desde el tiempo de nuestros taínos, los manatíes eran cazados para comer su carne. A los conquistadores españoles les encantaba comer manatí los viernes ya que creían que eran peces, de ahí viene la falsa creencia de que tienen siete sabores de carne. Todavía en otras islas del Caribe los cazan para alimentarse de su carne, sus huesos son usados para realizar artesanías y también con fines curativos por la medicina tradicional. Esto ha causado que estén en peligro de extinción. Esto quiere decir que más manatíes mueren que los que nacen. Si no los protegemos, van a desaparecer, como sucedió con la foca monja Caribeña y sucede hoy día con muchas otras especies”. Haydee Domínguez.