Ecuador va al rescate humedales heridos por el hombre al pie de un volcán
ANTISANA, Ecuador. Arriba, como tocando el cielo, aparece imponente el Antisana, un majestuoso volcán ecuatoriano que corona un páramo, que guarda en sus entrañas lo que antaño fueron copiosos humedales, que ahora lucen, a manera de cicatrices, canales abiertos por el hombre para drenar el agua y facilitar el pastoreo.
Más de cuarenta canales recorren un humedal de 14 hectáreas a 4.100 metros de altitud en el área de conservación hídrica del Antisana, situado a menos de una hora de la capital ecuatoriana, en lo que antes eran haciendas ganaderas.
Pero la historia se repite en unas 30 hectáreas a los pies del volcán potencialmente activo, situado en la cordillera ecuatoriana, donde el belga Bert de Bievre, secretario técnico del Fondo para la Protección del Agua (Fonag), llega al extremo de hablar de “exhumedales”.
Por su peso, caballos, vacas y la gran cantidad de ovejas que había antes en la zona, compactaron la cobertura del humedal drenado, que luce ahora como una tupida alfombra verde, a la que comúnmente se refieren como almohadilla pues caminar sobre esta deja la sensación de andar sobre cojines.
El “sobrepastoreo brutal”, como refiere Bievre, terminó hace unos siete años, cuando la empresa de Agua Potable de Quito compró la zona a hacendados, redujo “drásticamente” la carga animal y encargó al Fonag la recuperación del lugar.
En el sector -antaño pantanoso- ahora incluso se puede caminar sin problema pues durante décadas (no se sabe cuántas), ganaderos drenaron el agua a través de canales y, aunque ahora se ha logrado sacar a casi todo el ganado del lugar, el verde y esponjoso suelo todavía recibe la presión de equinos. Pocos, pero hay.
Si bien se conocía de la otrora práctica común de los ganaderos de drenar los humedales para evitar que las vacas se ahoguen, solo el sobrevuelo de un dron, a finales del año pasado, reveló la densidad de las heridas que dejó la mano del hombre.
“Fue como cuando volaron con avioneta sobre las Líneas de Nazca y vieron qué no más había ahí en la superficie. Recién ahí pudimos darnos cuenta de la densidad de drenajes”, dice a Efe Bievre parado en uno de los humedales, que ahora quieren recuperar con una técnica simple y barata: diques de madera, presión y paciencia.
En medio de un intenso viento frío, Bievre explica animado que las rústicas tablas, colocadas a presión, contienen el agua parcialmente pues permiten un paso controlado del líquido con la intención de recuperar el nivel freático en todo el sector para volverlo nuevamente un pantano inaccesible en “pocos años”.
El asunto requiere paciencia pues la idea no es crear un embalse sino recuperar el humedal en el páramo que colinda con la reserva ecológica Antisana, que extiende sus 120.000 hectáreas entre las provincias de Napo y Pichincha, y que acuna a cóndores, osos de anteojos, pumas, venados, tigrillos y lobos, entre otros.
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