Personas recuerdan el paso del huracán Georges al cumplirse hoy 20 años

El fenómeno causó cientos de muertos y grandes daños en gran parte del país

SANTO DOMINGO. Este sábado 22 de septiembre se cumplen 20 años del paso del huracán Georges por el país. El fenómeno causó oficialmente 283 muertes y grandes daños a la economía, agropecuaria y en infraestructuras como puentes, viviendas, escuelas, calles y avenidas.

A propósito de la fecha, Diario Libre conversó con varias personas sobre cómo lo vivieron el fenómeno, categoría tres, y el impacto que causó en ellos. Sus testimonios están cargados de angustia, miedo y otros sentimientos. A continuación los relatos.

Paola Sánchez, estudiante

Tenía 13 años cuando presenció el huracán y vivía en Tamayo, provincia Bahoruco, zona que fue prácticamente sepultada por el lodo que quedó luego de la inundación. Su recuperación tardó meses.

“En cualquier lugar que había un techo, había gente”

Ana Magaly Guzmán, ama de casa, 57 años

“Yo sentía que eran las horas más largas que estaban sucediendo”

“El día antes yo estaba preocupada porque aquí no había comida y uno acostumbra a comprar, porque después no encuentra nada aunque tenga el dinero. El día del huracán recuerdo que antes de que llegara yo estaba protegiendo en el patio muchas matas de plátanos que teníamos, amarrándolas, poniéndoles horquetas porque yo pensaba que se iban a salvar (risas), estaba también cuidando los muchachos, pusimos teipi (cinta adhesiva) en el cristal del frente, después fui a ayudar a una vecina que estaba embarazada y me pidió que la ayudara a recoger. Fue un día de juicio y yo sentía que eran las horas más largas que estaban sucediendo, como que las horas pasaban lentamente, pasamos el día en vigilia prácticamente. Los muchachos míos estaban pequeños, pero nos asomamos a una ventana, no cuando el fenómeno estaba de lleno, sino antes cuando se sentían las ráfagas, a ver la potencia, la fuerza de un huracán, nos pusimos por ahí, por los hierros para que vieran, porque al nosotros vivir rodeados de árboles, todos esos árboles que estaban en el área de la cañada, todos se cayeron y mirábamos asombrados como esos árboles se arrancaban así de raíz y los postes de luz se cayeron. Después, cuando entró de lleno ya nos trancamos, porque ya era imposible que siguiéramos mirando aunque fuera por la ventanita. Al otro día, prácticamente fue un día de juicio, cuando salimos todo estaba devastado, las calles llenas de árboles atravesados, incluso, aquí hubo una semana para que los carros pudieran volver a entrar porque habían unos maturrones de javilla, de esas centenarias, que tuvimos que esperar que vinieran del ayuntamiento con maquinarias para poderlas cortar y con grúas para que se las pudieran llevar, y sin luz, pero nosotros aquí teníamos una plantica eléctrica pequeña, los vecinos venían aquí a buscar plátanos porque al yo tener tantas matas de plátanos que se cayeron...”, relata la señora, que cuando el ciclón residía y aún vive en el residencial Valle Hermoso, en Villa Mella, municipio Santo Domingo Norte.

José Acevedo, empleado privado

“No había nada de árboles por ningún lado”

“Cuando eso pertenecía yo a la Marina de Guerra como asimilado y estaba cargado a un coronel y vivía en su casa, y pasamos la tarde y la noche en la casa cerrada y como quien dice ‘brechando’ por las persianas, eso fue en el ensanche Luperón (Distrito Nacional). Recuerdo que había fuertes vientos, agua fuerte, incluso en el patio de la casa había una mata de limón que quedó con pocas hojas, se quedó en pie, pero quedó desbaratá esa mata, con pocas hojas y el reguero de hojas en el patio, un patiecito de cemento. Nosotros amanecimos en la casa y desde que nos levantamos fuimos a la calle y no había nada, pero no pasó dizque daños físicos a gente, a personas, que yo recuerde. Cuando yo salí lo que me impresionó fue que tú podías ver un trayecto largo, que antes no lo veías, de tan devastado que quedó el país, el barrio. Por ejemplo, yo agarraba y veía a una distancia lejos, no había arboles ni nada. En la casa del coronel había un carro, un Chevrolet, y nosotros usábamos la batería para alumbrarnos. Después a los dos o tres días yo fui a mi casa y vi todo desolado, todo como el barrio, limpio, nada de árboles por ningún lado.