Finanzas para emprendedores 101

En el emprendimiento, las ideas no bastan. La forma de financiar cualquier nuevo proyecto empresarial es fundamental, en su etapa emergente e inicial, pero sobre todo para su supervivencia en el tiempo.

El emprendedor exitoso será visionario, apasionado, energético, persistente, conocedor de su mercado y sus clientes, resiliente, líder y buen gestor de equipo.

En principio, creo que todos estaríamos de acuerdo con estas condiciones del buen emprendedor, ¿verdad?

Sin embargo, son muchos los emprendedores a quienes, aun cumpliendo con ese perfil, se les dificulta levantar o sostener su proyecto por una inadecuada estructura de capital, equipo u organización financiera y pobre planificación.

Por la experiencia propia, y por la aprendida de otros empresarios que iniciaron sus proyectos desde la nada, compartimos algunas pautas a tomar en cuenta al momento de pensar en las finanzas de su emprendimiento.

Inicios inteligentes y ágiles

Paso a paso, peso a peso. No tiene sentido desbocarse invirtiendo en una gran estructura administrativa o comercial cuando todavía un proyecto no ha logrado su primera facturación importante.

Empezar pequeño no tiene nada de malo. Todo lo contrario, es de inversionistas inteligentes. Construir un prototipo, un piloto básico, modular, que permita el crecimiento por etapa con miras al futuro provee una agilidad y una flexibilidad que el emprendedor hábil sabrá aprovechar.

Dicho en términos financieros, mientras menor sea la inversión inicial y más controlados sean los gastos fijos, más rápidamente se alcanzará el punto de equilibrio que es, como sabe todo emprendedor, uno de sus primeros grandes logros.

En la práctica, y a manera de ejemplos, se puede iniciar alquilando en vez de comprando un local o trabajar con recursos humanos subcontratados antes de formalizar una relación laboral.

De crecimiento y tus activos

La idea es crecer las ventas lo más rápidamente posible, pero claro que hacerlo de tal manera que no vaya a ahogar el negocio en crecimiento.

Vender es fácil, cobrar es más difícil. Una empresa puede llegar de cero a un millón en ventas en muy poco tiempo, pero si esos ingresos se quedan paralizados en el estanque de las cuentas por cobrar, de nada servirán al momento de pagar una nómina o a los suplidores.

El emprendedor debe valorar e incentivar sus activos más preciados: Sus empleados, sus clientes y, estemos claros, sus proveedores. El crédito es dinero y el otorgado por un proveedor, sobre todo en la etapa inicial de un negocio, es oro.

Hablemos del crédito

Una de los errores más comunes de quien monta un proyecto empresarial es pretender financiarlo con crédito bancario desde un inicio. ¡Craso error!

De cada diez nuevos emprendimientos, solo tres logran sobrevivir más allá de sus primeros tres años. Esa es la regla general. Ahora bien: Si esos diez proyectos se capitalizan en su fundación con préstamos de bancos, la supervivencia baja de un 30% a solo uno de diez o 10%.

Las estadísticas criollas así lo aseguran (según estudios de FondoMicro, organización líder en esta materia), pero sobre todo se impone el sentido común.

Un nuevo proyecto enfrenta demasiados riesgos, incertidumbres y variables fuera del control del emprendedor. Agregarle la obligación de la cuota mensual de un crédito bancario es elevar sus riesgos exponencialmente.

Para iniciar, recurra al ahorro propio y al apoyo de familiares y amigos que podrían financiarle, por vía de préstamos o invirtiendo en el capital patrimonial.

Sea como sea, lo que se busca es dinero “paciente”, cuyos pagos pueden acumularse de ser necesario, de tal forma que no aprieten excesivamente la inicialmente magra liquidez de la empresa.

¿Cuándo recurrir a la deuda bancaria? Cuando ya el proyecto muestre algún nivel de estabilidad y recurrencia en sus ingresos. Que se haya vendido y cobrado. Que la organización demuestre, aunque no sea madurez, por lo menos la experiencia de un adolescente, no de un niño.

En otras palabras, el préstamo bancario está para impulsar el crecimiento y la expansión de una empresa.

Dicho esto, desde un primer momento vaya trabajando en el perfil o historial crediticio de su nuevo emprendimiento.

Establezca una tarjeta de crédito a nombre de su empresa, logre que el crédito de sus proveedores se registre en su “buró” y asegúrese de mantener un historial de pago siempre impecable.

De la mano del crédito de su empresa está su propio crédito como emprendedor. Conózcalo. Revíselo. Con cuidado.

Si tiene alguna debilidad o mora en la actualidad, propóngase limpiar esa “mancha” de tal forma que cuando llegue el momento de acercarse al banco a nombre de su empresa para expandirla, su crédito personal servirá de garantía complementaria y no de limitante.

Un mínimo de planificación

Lleve, al dedillo, el flujo de caja o efectivo de su empresa. En una hoja de cálculo o como quiera, mantenga un control cronológico tanto de sus entradas de efectivo como de los compromisos o pagos que tendrá que erogar en el tiempo.

Identifique de antemano en su análisis de flujo de caja los momentos de vacas flacas que, como todo emprendedor sobre todo en sus inicios, enfrentará.

¿Cómo solventarlos? Con el capital propio y de sus asociados, pero también con los respiros o excedentes de liquidez que también vendrán con las “vacas gordas”.

Recuerde siempre: El efectivo es rey.

Esa planificación de su flujo de caja, que será su mapa financiero, puede llevarlo inicialmente con un horizonte de solo un mes, pero en la medida que adquiera más experiencia, extiéndalo a tres meses, seis meses y, ¡ojalá!, hasta un año.

Al proyectarse a más largo plazo, podrá integrar en su análisis la estacionalidad propia de la naturaleza de su negocio y prepararse para ella, en vez de dejar que el pago del doble sueldo o del impuesto sobre la renta hunda su negocio.

De contabilidad e impuestos

Sea para que no quiebre en el intento, o para lograr sobrevivir y crecer exitosamente en el futuro, organice su contabilidad y cumpla con sus compromisos tributarios desde un primer momento.

Apostar a los “submarinos”, a la informalidad o a “buscársela” con la DGII, es una receta para un negocio que está a un acta de alguacil de quebrar o que, por la consecuente falta de organización y de adecuados controles, no podrá crecer, ni acceder al crédito bancario, ni ganarse la confianza o el negocio de clientes y proveedores formales más grandes.

Contrate una buena iguala contable e impositiva desde sus inicios, para que le ayude en ese proceso de formalización.

La disciplina de llevar una contabilidad organizada permitirá una fortaleza institucional que más temprano que tarde usted valorará como a su propia marca.

En la medida que el proyecto vaya creciendo, contemple integrar un profesional de la contabilidad y finanzas como pieza clave de su equipo empresarial.

Así los “números” no sean su fuerte, igual asegúrese de tener un conocimiento adecuado de conceptos contables, de su flujo de caja, estados financieros, crédito, liquidez y situación fiscal.

Esa competencia básica en contabilidad o finanzas no es algo que usted debe delegar totalmente en un empleado. Si entiende que no la obtendrá, entonces procure integrar a un socio o co-fundador del proyecto que sí la tendrá y que lo complementará en el futuro.

Recuerde el proverbio: Si quiere llegar rápido, ande solo. Para llegar lejos, mejor andar bien acompañado, ¿verdad?