A menor costo

El tema del déficit fiscal parece estar siempre al alcance de la mano o, mejor dicho, luce estar perennemente presente en la atención pública. Como reflejo, contraparte y consecuencia del déficit se encuentra el asunto de la deuda, acerca de cuyo nivel escuchamos las más diversas opiniones. Se le califica desde moderada a insostenible, y su ritmo de crecimiento se describe desde manejable a alarmante. Los números son los mismos, pero las interpretaciones acerca de su significado e implicaciones difieren.

Cuáles de todas esas conclusiones probarán ser ciertas dependerá de eventos que a su vez son objeto de evaluaciones distintas. Factores como el crecimiento de la economía, el saldo de la balanza cambiaria, la tasa de inflación o el dinamismo de la inversión privada incidirán en que el resultado sea uno u otro. En todo caso, el déficit y la deuda no tienen visos de que vayan a desaparecer a corto plazo, o ni siquiera a mediano plazo. Están ahí para quedarse y ser parte de la configuración de nuestra economía, igual que para prácticamente la totalidad de las demás economías del mundo.

Un aspecto muy importante de la deuda es su costo, especialmente cuando quienes la han adquirido no residen en el país. Esto así porque en ese caso los intereses pagados no forman parte del ingreso de inversionistas locales que los gastan o reinvierten en el país, influyendo sobre el nivel del PIB, sean ellos instituciones o individuos. De ahí que sea esencial maniobrar con la deuda externa a fin de reducir su costo lo más posible.

Como es lógico, esa disminución puede lograrse reduciendo el monto adeudado, pero dadas las dificultades prácticas de hacerlo debido a los compromisos de gastos públicos, queda la alternativa de lograr que las nuevas emisiones dirigidas a refinanciar los vencimientos se efectúen a menor costo que las anteriores. Ésa es precisamente la intención que ha declarado tener el Ministerio De Hacienda.