?Designios naturales
Forma parte del pensamiento racional el criterio de que los eventos que ocurren en la naturaleza son el resultado de causas específicas, las cuales son susceptibles de ser identificadas, analizadas y posiblemente controladas. Los avances científicos y tecnológicos han robustecido ese concepto, infundiendo confianza respecto de la capacidad humana para enfrentar los desafíos que los cambios ambientales representan.
La pandemia ha dejado agrietada esa confianza. Las causas por las que el virus apareció súbitamente permanecen dentro de una nebulosa de conjeturas. Y su atribución a circunstancias fortuitas, enteramente impredecibles, no es reconfortante. Ignorar qué lo produjo significa no saber cómo, dónde y cuándo algo similar, o peor, puede volver a suceder, lo que nos impide tomar medidas para impedirlo y protegernos en el futuro.
Dado ese nivel de incertidumbre, hay quienes han recurrido a describir la pandemia como un mecanismo de respuesta de la naturaleza. Ante las continuadas y crecientes agresiones de los seres humanos al equilibrio ecológico, creen que el planeta ha reaccionado castigando a la especie culpable a fin de limitar los daños que ésta provoca. Y anticipan que continuará haciéndolo, cada vez con mayor intensidad, hasta doblegar o eliminar a los recalcitrantes agresores.
Pocos analistas serios creen, sin embargo, que esa explicación sea válida. En realidad, en lugar de que provenga de un designio natural, más personas asignan la responsabilidad por el virus a laboratorios en el país donde los primeros casos fueron reportados, a pesar de que esta última explicación tampoco es sustentada por hechos comprobados.
Todo eso relega la posibilidad de otra pandemia a una condición parecida a la de los terremotos y huracanes, en la que se desconoce en cuáles sitios y momentos atacarán, pero con una gran diferencia, pues hay zonas que son vulnerables a ellos y otras no lo son. La pandemia, en cambio, puede afectar a todo el mundo.