?Juegos y vacunas

El inicio de los juegos olímpicos de verano encuentra a Japón, país sede del evento, mal preparado. No se trata, sin embargo, de que sus atletas estén en malas condiciones para competir con los demás equipos participantes, sino del bajo nivel de vacunación contra el COVID-19 que su población ha recibido.

Los visitantes extranjeros que han estado llegando a Japón por motivo de los juegos, están vacunados y libres del virus. Eso es lo que se presume en función de los requisitos de entrada establecidos por las autoridades. Pero es posible que casos no detectados o en proceso de evolución se introduzcan y provoquen la difusión de la enfermedad.

Con 126 millones de habitantes, algo más de 15,000 fallecidos por causa de la pandemia representa un porcentaje muy inferior al de muchos otros países, entre ellos el nuestro. Tampoco el número actual de nuevos casos confirmados diariamente, en promedio alrededor de 1,600, es un número alarmante, ni lo es tampoco el total de personas que han sido contagiadas, por debajo del 0.8% de la población.

Debido a la baja percepción de amenaza, Japón permaneció rezagado en su campaña de vacunación. Sólo la proximidad de los juegos motivó que se pusiera en marcha un programa acelerado de inoculaciones, habiendo cerca de una cuarta parte de los habitantes recibido ya ambas dosis. Muchos japoneses han rehusado vacunarse, pero un porcentaje aún mucho mayor, más del 80%, se opone a la celebración de los juegos. Una parte de ellos los rechazan por temor a los contagios, pero otra simplemente los ve como una intrusión indeseada en la vida del país, reflejando lo que ha sido descrito como un incremento en las actitudes xenofóbicas de la población.

El largo estancamiento de la economía del país, acompañado por el envejecimiento progresivo de los japoneses, ha contribuido a reforzar dichas actitudes, en un contexto internacional en el que el liderazgo en la región del Pacífico ha sido asumido por China de forma decisiva.