Tiempos tormentosos

Nuestros vecinos puertorriqueños están atravesando por tiempos tormentosos, literalmente por efecto de los huracanes, y financieramente por la crisis presupuestaria. En esas circunstancias y según nuestras posibilidades, los dominicanos debemos ser solidarios con ellos.

A ese respecto, podríamos tener la impresión de que Puerto Rico, por su relación asociativa con los EE.UU., tiene a su alcance todos los recursos que necesita, de forma inmediata y prácticamente ilimitada. No hay duda de que en comparación con la ayuda a la que la República Dominicana podría aspirar, la disponible para ellos es muy superior, pero no hay que olvidar que su estatus no es equivalente al que disfruta un estado como Texas o Florida. Y a esa diferencia se añaden las dificultades logísticas derivadas de su condición insular, lo que impide que la ayuda les pueda llegar por vía terrestre. Esto último, por supuesto, nos sucede también a nosotros, pues en la eventualidad de una catástrofe no sería razonable esperar ninguna colaboración efectiva proveniente del oeste de nuestra isla.

Sin que en modo alguno compense las penurias que su población está padeciendo, un programa de reconstrucción con fondos federales podría ayudar a Puerto Rico a mejorar algunas de las infraestructuras afectadas por la crisis presupuestaria. Servicios públicos vitales, como educación, salud y transporte fueron perjudicados por la incapacidad de entes oficiales para cumplir con sus compromisos de deuda, incluyendo obligaciones de seguridad social. La entrada de recursos para esos servicios, en respuesta a la emergencia por los desastres naturales, puede servir en ese sentido para mitigar parcialmente las carencias que existían desde antes provocadas por la emergencia financiera.

Es probable también, si el apoyo federal es adecuado y expedito, que se fortalezcan las fuerzas que en Puerto Rico propugnan por su conversión en el estado 51 de la Unión.