La mejor semana en la presidencia de Donald Trump

El presidente se ha visto impulsado por el aumento de los salarios de los trabajadores, la absolución en su juicio político y el desorden en los caucus de Iowa

El presidente Donald Trump cuenta con un 63% de aprobación en el manejo de la economía, según Gallup.

¿Podrían los acontecimientos de esta semana haberle dado a Donald Trump un trampolín para su reelección? En retrospectiva podría verse así. El evento menos esperado fue el índice de aprobación Gallup del Sr. Trump, el cual alcanzó un pico del 49 por ciento. No está claro qué hizo el Sr. Trump en este último mes para lograr un repunte de cuatro puntos. La cifra podría resultar ser una aberración. Pero se vio reforzada por la revelación de que el 63 por ciento de los votantes aprueba cómo el Sr. Trump está manejando la economía, la calificación más alta desde la que recibió George W Bush después de los atentados del 11 de septiembre.

Conforme se desacelera el crecimiento estadounidense este año, bien podría desvanecerse ese resplandor. Pero mientras tanto, los obreros estadounidenses están disfrutando de su primer año o dos de crecimiento salarial real en el siglo XXI. El hecho de que el Sr. Trump tenga poco que ver con eso —heredó una recuperación de siete años y durante su mandato ha habido tasas de crecimiento similares a las de Barack Obama— es irrelevante. El aumento de los salarios casi siempre es una ventaja en favor de los presidentes titulares. Los pronósticos de una inminente recesión en EEUU, los cuales abundaban en 2019, son menos frecuentes.

El segundo gran beneficio imprevisto del Sr. Trump esta semana fue su absolución por parte del senado de las acusaciones presentadas en su juicio político. Cualquier organismo neutral probablemente habría declarado al Sr. Trump culpable bajo la más directa lectura de la constitución estadounidense. Al final resultó que, Mitt Romney, el senador de Utah, fue el único republicano que tuvo el valor de declarar que el emperador no tiene ropa.

Los colegas republicanos del Sr. Romney alternaron entre protestar por la inocencia del Sr. Trump y admitir que era culpable, pero sólo de algo trivial. Hasta algunos alegaron que sí era verdaderamente culpable, pero que las elecciones estaban demasiado cercanas como para destituirlo. Uno incluso alegó que el Sr. Trump había “aprendido su lección” del juicio político y que no se atrevería a volver a cometer sus delitos.

Sus pretextos no importaron. Sólo había que escuchar a los republicanos vitoreando el discurso del Estado de la Unión del Sr. Trump el martes —una mezcla entre un espectáculo de P. T. Barnum y un mitin de Nuremberg— para ver cuán amplio es el control que tiene sobre su partido. El juicio político al Sr. Trump no será un tema efectivo de la campaña 2020 para los demócratas. La misma encuesta de Gallup de esta semana mostró que el 53 por ciento de los estadounidenses se oponía a la destitución del presidente.

Su tercer beneficio inesperado, y probablemente el que más perdurará, fue el resultado de los caucus demócratas de Iowa. Olvidémonos de las fallas técnicas, que ya de por sí fueron lo suficientemente malas para un partido que está intentando hacer hincapié en su aptitud. El peor aspecto para los demócratas fue la baja participación electoral. Este año, casi un tercio menos de los habitantes de Iowa asistieron a los caucus que en 2008, cuando inició la campaña de Obama.

Esto apunta a una grave brecha de entusiasmo entre los votantes demócratas, quienes aún no pueden unirse en torno a un líder del partido, y los partidarios del Sr. Trump, algunos de los cuales harían cualquier cosa (lo cual es preocupante) para defender al presidente y su reelección.

Las cosas lucirían diferentes si los demócratas estuvieran unidos y apoyaran a un buen candidato y los votantes sintieran la desaceleración del crecimiento estadounidense. Sin embargo, ante eso están los hechos obstinados. En estos momentos, tres años después de asumir el cargo, el Sr. Trump es menos impopular que nunca. Además, puede hacer casi lo que quiera antes de noviembre sin temor a restricciones. Ni solicitar la injerencia extranjera ni el juicio político tuvieron costo alguno para él. El fiasco del conteo de votos en Iowa muestra lo fácil que sería contaminar la confianza pública en el proceso electoral.

La democracia estadounidense va caminando como sonámbula hacia un gran peligro. Sin embargo, de cierta forma parece como si todo fuera normal.

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