Cosas que dan mucho pique...

A los dominicanos no hay que explicarles lo que es un “pique”

Algunos comportamientos de los dominicanos dan para un libro de ciencia ficción y sí, también dan mucho pique. (Ilustración: Luiggy Morales)

Para los demás: es ese sentimiento que te consume, que te calienta la sangre y las orejas, que llena de malas palabras tu boca y que se ubica en ese hueco indefinido de emociones entre la indignación y la rabia. Afortunadamente, el pique rara vez desemboca en violencia, porque si fuera el caso, nuestra raza se hubiera extinguido hace mucho tiempo.

Estos largos meses de pandemia han retratado mucho y muy bien la idiosincrasia del dominicano. Nos ha desnudado, dejándonos con todos los chichos, pelucas y vergüenza afuera. La solidaridad y el compromiso, dos elementos que pudieron sacarnos hace mucho de este atolladero, han brillado por su ausencia y gracias a ello, se alargan infinitos los días de encierro y el cierre de innumerables negocios y la pérdida de miles de puestos de trabajo.

Desde mi comedor, que desde el marzo pasado comparte méritos como escritorio, he pasado a analizar algunos comportamientos de los dominicanos que dan para un libro de ciencia ficción y sí, también dan mucho pique:

Que todavía haya gente pensando que el COVID-19 es un cuento y que solo se mueren los ricos y los viejos. Uno quisiera diseccionar la cabeza de los que piensan así y resetearle los mosquitos que juegan ping pong en su cerebro. Y lo peor es que usan ese argumento para justificar el incumplimiento a las reglas que nos mantienen a salvo.

Que todavía haya gente intentando pescar en rio revuelto, gobierno incluido. Que en medio de este estado de emergencia se quieran seguir haciendo los suecos con las pruebas y los reactivos, intentando vender a sobreprecio artículos de primera necesidad, negociando con la salud y creando falsas estadísticas. Han demostrado que hay mayores intereses que el bienestar de la mayoría y eso tiene que pagarse aquí y en la eternidad.

Que siga habiendo apagones después que se inauguró Punta Catalina. Fuera de relajo, me vendieron muy caro el cuento de que Punta Catalina y la navidad eran casi lo mismo. Todavía no sabemos lo que debemos, tampoco lo que estamos pagando y se nos va la luz en agosto. Justo cuando el termómetro te dice que este calor no lo aguantan los camellos y la sensación térmica es de 40 grados en la sombra.

Que en medio de la pandemia y sin atisbo de soluciones, todavía se debata si abren las escuelas o no. Yo leí clarito que el ministro de educación designado tiene un PhD. Me parece fantástico. Ahora bien, de sentido común no dan clases, aunque se necesite con desesperación. A menos que los suplidores del desayuno escolar y la presión de unos grupos sean más importantes que la salud y la vida de los hijos de la Patria, no sé de qué trata el debate.

Que alguien piense que la policía va a resolver el problema de las fiestas en los barrios. No pueden, si con ellos se bailaba hasta hace poco y para colmo, no tienen ni el entrenamiento ni los equipos para dar el frente. Esto ha llegado a un punto en que hay que sacar los tanques con todo y óxido y dejar que entre el mar. Ya está bueno que por unos cuantos “padres de familia” que no reconocen la autoridad ni el respeto, tengamos que pagar todos.

Que la gente piense que con la vacuna se acaba todo. Si este virus ha servido para algo, es para demostrarnos que podemos vivir de otra manera y que todos teníamos que revisar nuestra lista de prioridades. Nos produzca picazón o no, la mascarilla llegó para quedarse, igual que el teletrabajo. Todos los pénsum académicos, todos los procesos y políticas van a tener que adaptarse a la virtualidad y saber comportarse y moverse en un mundo donde no se toca nada, va a ser la nueva “capacidad laboral” más buscada.

Tengo bastante claro que las cosas no van a cambiar porque coja un pique interdiario, pero al menos me desahogo. Y a ti, ¿qué cosas te han dado pique de esta pandemia?

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.