Héroes entre nosotros

Damos por sentado su sacrificio y casi nunca son remunerados o reconocidos como debieran

En una época donde todo se relativiza, ellos destacan por su vocación, entrega y pasión por lo que hacen. (Ilustración: Luiggy Morales)

Todavía sobrecogida con la tragedia ocurrida en La Vega, en la que fallecieron tres valerosos hombres, me puse a pensar que en este país bendecido estamos rodeados de ángeles y héroes sin capa y muchas veces no nos damos cuenta.

Son personas con una capacidad de sacrificio inconmensurable, que no conocen horas ni requisitos para servir a los demás. En una época donde todo se relativiza, ellos destacan por su vocación, entrega y pasión por lo que hacen.

No los mueve el dinero, ni la fama, ni la honra de esta tierra. No cuentan el tiempo que dedican, ni lo reclaman. Muchas veces pasan por la vida y no nos enteramos de la cantidad de vidas que tocaron con su desprendimiento. Nunca sabremos cuánto costó hasta que la desgracia nos toca o les llega.

Durante los primeros meses de la pandemia, cuando no existían las vacunas y todos los tratamientos eran de prueba y error, miles de médicos, enfermeras, personal sanitario, choferes de ambulancias, personal hospitalario de todos los niveles estuvieron en el frente, como si de una guerra se tratara, sin más armamentos que un traje desechable, trabajando sin horario y en lugares sin condiciones ni capacidad.

Muchos médicos y enfermeras perdieron sus propias batallas, sucumbiendo al mismo mal que trataban. Otros fueron los únicos testigos de los últimos segundos de miles de personas y ese dolor se queda con ellos. La tragedia los tocó tan de cerca, de forma tan contundente, que los transformó. Algún día se recogerán sus testimonios de pérdida y de esperanza.

En ese mismo orden y para mí, los voluntarios de la Cruz Roja, de la Defensa Civil, de los Bomberos, los policías y guardias serios son verdaderos héroes sin capa. Mientras nosotros salimos a vacacionar y vivimos nuestras vidas sin pensar o prepararnos para las catástrofes, ellos están a una llamada de distancia. En la flor de su juventud, en sus mejores años productivos, de forma muchas veces voluntaria, arriesgan sus vidas para salvar las nuestras, incluyendo nuestras posesiones que no importa qué tan caras hayan salido, siempre pueden reponerse.

Damos por sentado su sacrificio y casi nunca son remunerados o reconocidos como debieran.

¿Y qué decir de quienes velan por nuestros recursos naturales? Los guardaparques y su importantísima función de cuidar el patrimonio y la riqueza natural que hoy mostramos orondos por el mundo en bellos videos. ¿Ustedes saben cuánto ganan o en qué condiciones viven? ¿Alguien se imagina la cantidad de terrero que cubren, muchas veces a pie, con poco más que un machete? ¿Ustedes saben los poderosos intereses que esas humildes personas tienen que enfrentar todos los días con todo para perder? ¿Quién cuida de nuestros guardaparques?

Hace poco concluí un curso básico de lengua de señas. La experiencia fue muy enriquecedora, sobre todo porque puso en contexto la realidad de miles de personas sordas en nuestro país que pasan mucho trabajo para ser escuchados. Póngase por un minuto en el lugar de una persona sorda llegando a un hospital con alguna dolencia, a una oficina para realizar una gestión y que no haya nadie que pueda interpretarlos. Ahí entendí lo importante y necesarios que son los intérpretes, que son las voces de los que no tienen voz dentro de un sistema que hace tanto ruido que ya ni los escucha.

Finalizo este escrito como lo inicié: pensando en Juan María, Olvis y José Luis, los bomberos que perdieron la vida en ese fatal incendio en La Vega y en la verdadera tragedia de que solo nos acordamos de ellos cuando se necesitan o cuando fallecen en el cumplimiento de su “deber”, cuando el deber es de la sociedad para con ellos.

Sin equipos, sin escaleras, sin salarios dignos, sin un buen seguro de salud para un trabajo de tanto riesgo.... ¡sin agua! No vale llorar a los caídos, cuando no hicimos nada para que se mantuvieran de pie.

Sé que ellos no solicitan homenajes, pero si yo pudiera proponer alguno, sugeriría que el Congreso Nacional nos hiciera un favor y callara por una semana. No necesitamos seguir escuchando la diatriba y la defensa inmoral de los congresistas defendiendo con denuedo sus derechos autoasignados, no mientras guardamos luto y recogimiento por tres familias y tres héroes sin capa.

Que la tierra les sea leve. No tenemos palabras para agradecer su sacrificio. Descansen en paz.

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.