Un jardín silvestre en la cima de San Cristóbal
A pesar de que el ciclón George azotó severamente estas propiedades, a Máximo Mota no le importó comenzar desde cero. Donde según él: “Solo había monte y culebra”, se diseñó y decoró una vivienda que recrea fielmente el Caribe. Allí priman el uso de troncos rústicos de eucaliptos (haciendo las veces de columnas ornamentales) y la implementación de vigas que soportan el techo de zinc, donde es un privilegio escuchar la lluvia caer.
Un preámbulo del edén
Coronada de azul, amarillo, naranja, rojo, violeta y rosado, y vestida de azulines, platanillos, lirios, orquídeas, anturios y caprichos se encuentra la entrada que conduce al interior de la casa campestre. A través de este agradable acceso, que recrea un ambiente caribeño-isleño en medio de la montaña, se observa la implementación de materiales accesibles y vernáculos.
Las lajas de las escaleras y de los pisos, que conducen al umbral de la residencia; las piedras que flanquean y delimitan los ajardinados espacios a ambos lados de la senda empedrada; una arboleda que recubre los pasos del visitante durante esta travesía; unos mosaicos, que decoran algunos peldaños de la escalinata; y hasta una bañera, perteneciente a los antepasados familiares del anfitrión, enclavada en el jardín...Todo se dispone armónicamente para ornamentar a la perfección este espacio exterior.
Por otra parte, se observa un comedor de terraza donde Máximo Mota se sienta a desayunar y a compartir con sus visitas. Justamente allí, sea solo o acompañado, disfruta de una vista espectacular del Sudoeste. Mientras sus ojos divagan perdidos entre cadenas montañosas, suele dar gracias a Dios por permitirle disfrutar de un lugar tan privilegiado.
De cara a la Cordillera Central
A Mota le encanta la vista que percibe desde su terraza, le permite avistar un amplio sembradío de todo tipo de plantas en su propiedad y, sobre todo, le pone de frente a la Cordillera Central, donde pasa largas horas disfrutando del maravilloso espectáculo que se produce durante el crepúsculo.
El descenso por la empinada jalda, que permite un apetitoso encuentro con decenas de árboles frutales, se facilita por medio a una escalinata en lajas que permite acceder al área con mayor comodidad, y disfrutar de diversas flores silvestres y cultivadas. Anturios, agapantos, bromelias, orquídeas, platanillos, flores de cera, lluvias de estrellas,
Entre la vasta producción frutal de la que disfrutan Máximo Mota, sus familiares y amigos está: el aguacate, la chinola, la toronja, el níspero, el zapote, la cereza, la granada, la mandarina, el mango, el limón, el caimito, el cajuilito y el solimán, entre muchos otros.
Finalmente, al ascender por los empedrados escalones que le devolverán de nuevo al interior de la vivienda -donde priman los tonos sobrios mezclados con color y la gama de los marrones con el verde botella, que combinan perfectamente con la rusticidad de la madera-, Máximo Mota se hace acompañar del canto de los pájaros que suelen revolotear sobre la zona. Carpinteros, ciguas, loros, barrancolíes y hasta picaflores, son algunas de las especies que disfrutan junto a Mota de la indescriptible belleza de su jardín silvestre.
@olgaagustin