A.M. - ¡A dialogar!

Hay diálogos y diálogos. El que se sostuvo a propósito del Metro, por ejemplo, quedó muy bien: el Gobierno escuchó educadamente a todo el que quiso hablar para luego hacer lo que ya tenía decidido. Según la Real Academia de la Lengua, éste sería un "diálogo de sordos".

Cuando el tema era la Isla Artificial, el diálogo se zanjó cuando se supo que el de los cuartos no tenía ni tantos ni tan limpios. Pero es cuestión de reorganizarse, porque el pre requisito -políticamente correcto- de dejar hablar (que no implica necesariamente escuchar) ya se cumplió. Por la naturaleza de lo discutido podría incluirse en lo que la RAE denomina "diálogo de besugos: conversación sin coherencia lógica".

El consenso es deseable, pero no obligatorio. Así que buscarlo sabiendo que obtenerlo no es requisito imprescindible para lograr lo que se persigue, da mucho rejuego político. Queda muy bien. En última instancia, basta con preguntar a todo el que está de acuerdo para tener un 100% de apoyo.

Reformar la Constitución por consulta popular debe ser el infierno imaginado por un constitucionalista. Pero como estrategia de gobierno es inteligente; vamos a estar entretenidos dialogando por meses y meses… Todos. ¿Quién se va a acordar de exigir la Seguridad Social, o quién va a aburrir con la cantaleta de la luz y la competitividad teniendo algo tan importante entre manos como la reforma de la Constitución?

Falta algo. ¿Por qué no se consensuó, primero, cómo llevar a cabo la reforma constitucional? Ahí el diálogo no interesaba y además ya estaba decidido. ¿Lo demás también?

IAizpun@diariolibre.com