La calidad del poder
El liderazgo como fundamento del poder que realmente trasciende
Quienes ostentan poder desde distintas funciones públicas poseen la capacidad de influir en la vida de muchas personas, dirigir procesos fundamentales que impactan su bienestar e incluso condicionar sus emociones y aspiraciones. En esencia el poder político es la capacidad atribuida a quien o quienes tienen la posibilidad de influir en las acciones, las creencias y conductas de los gobernados. Si los resultados de su ejercicio es adverso al interés colectivo, entonces el uso del poder sería de baja calidad.
El concepto de poder es amplio considerando que todas las acciones humanas están enmarcadas en relaciones de intereses en los ámbitos políticos, económicos, institucionales, jurídicos, culturales y religiosos. Teóricamente estas relaciones se sustentan en una estructura organizacional basada en poderes en contrapeso para garantizar el equilibrio entre los diferentes actores sociales. Dicha estructura debe apoyarse en reglas y principios de una definición clara de las responsabilidades y deberes que aplican, tanto a los gobernantes, como a los gobernados.
El grado de la calidad del poder puede tener diversas explicaciones asociadas a factores de legitimidad, ética, intención, calidad de gestión y transparencia. Sin embargo, a nuestro entender, hay suficiente evidencia de lo nocivo que resulta el uso del poder político cuando este se ejerce de manera abusiva, arbitraria y con intenciones opacas. Una primer señal podría ser cuando los gobernantes se comportan como si su ejercicio fuera ilimitado, lo cual enciende la creatividad de toda su estructura de poder y este se vuelve difuso. Algunos episodios de la historia reciente en LA son puros ejemplos de que al irrespetar los límites que sustentan la convivencia o el pacto social el poder deriva en autoritarismo; en cuyo estado se vulnera toda posibilidad de obtención de obediencia voluntaria y, por ende, los ciudadanos pierden la libertad.
Un segundo elemento se sustenta en la idea de que “el poder es para usarlo”. Sin embargo, esta creencia ha provocado actuaciones impropias que vulneran derechos y normas, especialmente cuando quien ostenta poder cree que cualquier medio es válido para proteger sus intereses, sin importar el costo social. La historia está llena de ejemplos de políticos que han abusado del poder para promover proyectos personales contrarios al orden institucional establecido en cada país.
Un tercer aspecto es el limitado entendimiento de los políticos sobre la relatividad y forma dinámica del poder. A muchos les cuesta creer que todo poder es pasajero y no miden las consecuencias de sus graves errores al utilizarlo como instrumento de opresión y control; como herramienta de imposición, chantaje y corrupción. En este caso se refuerza el uso de la fuerza, el autoritarismo y la ausencia de transparencia, en cuyo estado la sociedad está desmoralizada, frustrada y con limitaciones en la capacidad de iniciativas creativas.
En sentido contrario, el ejercicio del poder basado en un marco razonable de intenciones y buenos principios tendrá un impacto favorable hacia la sociedad gobernada; genera confianza, claridad de expectativas, entusiasmo y promueve el pensamiento creativo. Por el contrario, el poder mal ejercido crea incertidumbre, provoca miedo y agotamiento social; alcanzando matices más severos si se reproduce a partir del autoritarismo y el abuso, en cuyos caso es letal en términos de fragmentación social, resentimientos y conflictos.
Cuando el poder se ejerce con verdadero liderazgo y con un nivel de responsabilidad que llena las expectativas ciudadanas, las acciones de quienes lo desempeñan se convertirán en ejemplos dignos de inspiración y en aportes positivos a la historia, pues los hechos reflejarán un verdadero poder capaz de impulsar y transformar a las personas. El poder que trasciende es aquel que se fundamenta en el liderazgo y respeto que proviene de las buenas obras realizadas en el ejercicio de una responsabilidad delegada o asumida por alguna circunstancia histórica. El poder solo será trascendente si genera bienestar a los ciudadanos.
El poder de calidad se basa en la reputación y confianza que genera un equipo gobernante a través de un plan de acción que esté alineado con las necesidades y aspiraciones de sus gobernados, a partir de un buen uso de los recursos disponibles. Por lo generar lograr calidad en el uso del poder implica tomar decisiones que no resultan ser muy populares a corto plazo y, mucho menos, beneficiosa al interés político de quienes gobiernan.