El clientelismo

El Diálogo Libre con Andrés Navarro, precandidato peledeísta a la Presidencia, se publicará en este periódico el próximo lunes. En la hora de conversación se trataron muchos temas, pero es resaltable la claridad con que se refirió al clientelismo. Vale la pena oírle.

Pocos políticos, por no decir ninguno, abordan el tema con altura y sinceridad. Todos saben que es uno de los graves problemas del sistema político y por tanto de la democracia dominicana, pero no están dispuestos a pagar el precio en votos que costaría afrontarlo con grandeza de miras. Navarro tiene un plan.

El clientelismo es corrupción. No se trata de sensibilidad social, ni tampoco es inevitable. Pero sí es cuantificable. Entre nóminas, nominillas, asesorías, ayudas, publicidad y todos los conceptos que lo disfrazan, el erario lo sostiene con cantidades ingentes de dinero. Y el erario son nuestros impuestos. No es que el funcionario de turno tenga una cuenta de la que salen los pesos porque la riega cada mañana. (Aunque la maneje con ese espíritu...)

El clientelismo se confunde con multitud de cosas pero no engaña a nadie. A todos nos parece mal cuando el que recibe el cheque es otro. El nombramiento en el extranjero para estudiar o para enfriarse un tiempo cae estupendamente cuando cae cerca, pero si el afortunado es otro... chirría.

El clientelismo aboba. Frena la iniciativa propia, la responsabilidad social. Crea ciudadanos de quinta categoría, dependientes de políticos sin escrúpulos que utilizan el dinero ajeno para beneficio exclusivamente personal. El dinero que engulle un sistema clientelista es el que falta en la salud, en infraestucturas, en energía...

La reelección no es solo ese tema que molesta en Washington. Es un tema cuya causa y consecuencia es el clientelismo y el sistema económico, social y judicial construido en torno a él. Una losa.