El dilema ciudad-campo

Que miles de tareas de tierra de las mejores del país hayan perdido su vocación agrícola, y se vean tapiadas con cemento, llora ante la presencia de Dios.

Las denuncias se encuentran por doquier, debido a que las políticas gubernamentales y la ausencia total de planificación urbana han permitido el desarrollo, sin orden ni concierto, de barrios o construcciones individuales alrededor de las ciudades.

Hoy se denuncia el caso de Moca, pero antes lo fue La Vega, y Juma y muchas otras ciudades. El crecimiento demográfico y la absoluta falta de control de los asentamientos urbanos, y en verdad la falta de una política urbana, han permitido esa tragedia.

Una persona ligada a los asuntos del campo comentaba, con toda razón, que la ausencia de incentivos para el campo hacía posible que los campesinos prefirieran vender como solares sus tierras de alta vocación agrícola, pues les sacaban más dinero. Asimismo, el cada vez menor interés en el campo, creaba el dilema de mantener una vocación costosa y sin apoyos morales ni materiales.

¿Cómo ser agricultor en una sociedad que privilegia lo urbano? La falta de ese equilibrio ha creado esta tragedia que parece irreversible.

Observar esa tierra negra de Moca convertida en casas familiares y caminos estrechos donde antes florecían los frutos y las viandas, simplemente nos dice qué malos políticos hemos tenido, qué escasez de estadistas y qué poca visión la de este liderazgo. Al menos, deberíamos castigarlos con el voto.

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