Las utopías han cambiado

La humanidad ha vivido de utopía en utopía. En realidad, la utopía era un escape a la realidad que se vivía, que se soportaba en la esperanza de tiempos mejores, en los que el amor primaría entre los hombres y no habría necesidad de leyes, tribunales ni ejércitos.

El imaginario utópico se reflejó en numerosas instituciones de la sociedad y en sistemas políticos que se encargarían de crear a ese “hombre nuevo” para una sociedad nueva.

El progreso de la humanidad ofreció nuevas esperanzas, pero fueron mayores los peligros que creaba y ha crecido el pesimismo y la desesperanza.

Las instituciones seculares con que contábamos para afianzar el orden y establecer la sociedad perfecta se nos han ido desmoronando. Desde la Justicia, los partidos, la democracia y las iglesias, ya no despiertan fe ni entusiasmo y las nuevas generaciones hiper individualizadas solo creen en el yo y en el presente.

Como expresa Diego Sánchez Meca, “nuestra mentalidad consumista hoy dominante y cada vez más globalizada, tanto en economía como en política, no es capaz de responder a los retos globales que pesan sobre el futuro de la humanidad. El capitalismo neoliberal hoy radicalizado socava la convivencia pacífica al agrandar las desigualdades y hacer cada vez más difícil la democracia. Por otra parte, la máquina de producción y consumo marcha incontroladamente hacia la destrucción progresiva de las condiciones materiales de supervivencia, y es ingenuo pensar que vaya a detenerse para cambiar su velocidad y su rumbo.”

¿Podrá sobrevivir un mundo sin utopías?