¿Político o influencer?
El que se dedica a ser influencer marketing promociona productos y servicios, marcas, opiniones y videos de carácter político
De un tiempo a esta parte, con la emergencia del internet y la Inteligencia Artificial (IA) y sus eficientes plataformas para conectar con diferente blanco de público, ciertos políticos confunden su rol con el de los influencers, que son aquellas personas que emplean los nuevos medios para incidir en las opiniones, comportamientos o decisiones de millares o millones que les siguen.
El político tiene otra función en la sociedad, que no es ser influencer. Comprendo que si también se lo cree, es su derecho.
El influencer maneja contenidos en las redes sociales con el objetivo de ganar seguidores, creando una interacción que se traduce en confianza. La persona que lo hace redacta mensajes y graba videos, algunos insólitos, a los fines de generar enganches que le produzcan ingresos.
El que se dedica a ser influencer marketing promociona productos y servicios, marcas, opiniones y videos de carácter político, temas de belleza, moda, fitness, tecnología, viajes y comida, entre otros de interés para su público. En las redes hay tantos videos de contenidos diversos como gente navegando en el ciberespacio.
Mientras el influencer crea contenido para conectar con su comunidad, el político o funcionario tiene el deber de comunicar a partir de sus objetivos, independientemente de si ocupa o no una posición pública.
La misión del político no es la del influencer. El que ejerce la política utiliza los medios tradicionales y las plataformas digitales como canales de comunicación, sustentados en estrategias para alcanzar objetivos. Aunque las plataformas digitales son eficaces para impulsar candidaturas y hacer visibles políticas públicas de una administración, su uso debe estar acorde con los objetivos y lineamientos estratégicos, empezando con la misión de la política que es servir al bien común. Y el bien común significa justicia social, libertad, igualdad, paz y bienestar para todos.
La responsabilidad del político es hacer que esa actividad sea digna. Un político que no tiene empatía con el sufrimiento de sus semejantes, tampoco la tendrá con los votantes, porque normalmente a este tipo de gente, que gravita en cualquier actividad humana, solo le importa su bienestar, exhibir sus bonanzas y actuar para llenar su ego.
Que carajo le importa a un ciudadano si un político tiene o no tiene mascota, cómo se llama su perro o el gato y si lo que come a diario es piltrafa de la carnicería del vecino, o purina indicada por su veterinario.
Es cierto que el político, más si ejerce en una función de Estado, es una figura pública que no está al margen del interés de la gente, pero sus gustos y placeres sólo interesan al votante cuando éstos son satisfechos con dinero del erario. Aunque algunos no lo entiendan, al final, al ciudadano no le interesa si escuchas a Beethoven, Bach, Chopin o Fefita la Grande.
Lo que el ciudadano de a pie repudia es si el Vega Sicilia que te tomas en el restaurante, sale de los impuestos que él paga. El político no es influencer, su misión es diferente y no puede confundirla con el generador de contenido. Si estamos claro con eso, los operadores políticos no tienen espacios para la banalidad, porque como dice la lírica de Joan Manuel Serrat: todo pasa/ todo queda/pero lo nuestro es pasar/pasar haciendo caminos/caminos sobre la mar.