El pecado de octubre no tiene perdón
No importa cuántas auditorías se hagan...
Uno de los debates más intensos y profundos en el país se produjo en la época de Bosch y fue causado por unas declaraciones suyas.
Dijo que el güirero no era músico, y fue el agravio del siglo, pues afectaba al más humilde miembro de la banda. Uno que en ocasiones se robaba el show en la tarima.
La discusión se quedó a medias o en el camino, ya que nunca se le encontró sentido al pronunciamiento y el güirero tuvo la suerte de que músicos de fama salieran en su defensa.
Pasado el tiempo y diferente la circunstancia vale preguntarse qué tipo de güirero es el político de ahora que aunque lee partitura desentona.
La Junta se sometió a dos pruebas que se consideraron cruciales, y en manos de extranjeros, y salió bien librada, y por igual el voto automatizado a usarse en las municipales.
No debiera haber problema y todos felices de que en buenas manos esté el pandero. Lamentablemente no es así. Las objeciones se mantienen, como si no se hubiera hecho ninguna diligencia.
La frustración de octubre es un pecado tan grave que nunca será perdonado y mucho menos absuelto, ni con la penitencia de la confesión.
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