No hay gustazo que valga un trancazo

Se recoge hoy el fruto del desenfreno pasado

En la pandemia no hay nada sobrenatural, aunque desde el principio que no alcanza final, se comporta como sobrenatural.

Las cábalas tienen espacio de más y a la ciencia se la ponen en China cada vez que con vacuna considera la afección resuelta.

Lo de cepas que se reproducen o cambian de nacionalidad, si no es sobrenatural, es maldad, pues no se explica de otro modo el fenómeno.

Como si tuviera vida propia e hiciera de acabar con la humanidad una causa, un designio, un imperativo. En la era de los mutantes, un hecho perfecto.

Así, la gente quiere acostumbrarse al mal y llevar una existencia normal, confiándose en que no hay enfermedad que dure cien años.

Pero parece que sí.

Las autoridades quisieron cerrar más de la cuenta en Semana Santa, temiendo un contagio mayor y en la práctica sucedió lo contrario.

Razón tuvieron los prudentes, los sensatos: no hay gustazo que valga un trancazo. La alianza entre coronavirus y la semana que hace mucho dejó de ser santa, fue sobremanera exitosa.

Por estos días se recoge el fruto amargo del desenfreno, y tal vez lo esté pagando gente inocente, justa, de gran principalía.

¡Qué pena!

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