Democracia sin demócratas
Es verdad que los políticos se ponen nerviosos cuando se acercan las elecciones, pero es también verdad que cuando se acerca el momento decisivo, la hora de tomar las medidas de vida o muerte, es cuando se conoce el talante real de las personas.
Por lo que se observa en nuestras elecciones, cuando los funcionarios amenazan a sus empleados si no votan por el partido correspondiente, cuando los activistas compran votos y cometen todos los delitos del libro con tal de sacar ventaja en los comicios, nos damos cuenta de que estamos tratando de crear un sistema democrático utilizando elementos que no creen en el juego limpio de la democracia.
¿Cómo es posible que un partido y un candidato puedan reclamar su legitimidad democrática cuando su victoria está basada en el fraude, en la manipulación o en el robo descarado de la voluntad de los votantes?
Es evidente que estamos frente a una situación de fraude que no justifica el gasto inmenso que se invierte en ella y que constituye una burla a la buena fe de todo un pueblo. Hoy más que nunca esos delitos no pueden quedar impunes.
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