El afán de flagelarnos

Basta el menor incidente para que los dominicanos comencemos a flagelarnos llamando todas las maldiciones y denigrándonos como un pueblo bajo, sin virtudes, capaz de las mayores atrocidades.

Así, vemos cada incidente como una amenaza a nuestra economía, a nuestra seguridad y a nuestro bienestar.

Para comenzar, en todas partes del mundo suceden incidentes lamentables. En todas partes hay robos, asaltos, asesinatos y crímenes. En los Estados Unidos, a cada momento un pistolero entra a una iglesia o a una oficina y mata varias personas y a nadie se le ocurre decir que por ello el turismo se va a ir a pique, o que los estadounidenses son un pueblo sin virtudes.

En lo que sí fallamos los dominicanos es en no cumplir con nuestro deber de acuerdo con las circunstancias. Muchas veces queremos tapar los hechos o cubrir con un manto de impunidad a otros. Pero la solución no es disminuirnos, sino hacer lo que es correcto y exigir a las autoridades que cumplan con su deber, caiga quien caiga.

No somos tan malos. Levantemos la autoestima, pero exijamos justicia.

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