El dilema del policía
Cuando se habla de la Policía Nacional se habla de sus equipos, o de la falta de sus capacidades investigativas, del bajo salario que reciben sus miembros, de los niveles de corrupción en sus filas, y un largo rosario de quejas, pero nunca se habla de la situación social del policía que lo obliga a condiciones de existencia que limitan su labor.
El raso policial y los mandos bajos, por lo magro de sus ingresos, están obligados a vivir en los lugares más peligrosos de nuestras ciudades, donde el crimen es más cercano y patente y en los cuales su vida y la de sus familiares corre constante peligro.
¿Puede un policía permanecer en el barrio sin riesgo para él y su familia, si enfrenta la delincuencia cercana? Si denuncia a esos narcos que conoce, ¿no le pegarán fuego a su casa con su familia adentro o será otra víctima más de la delincuencia “para robarle el arma”?
Sin dignificación de los agentes de policía no se puede pensar en una Policía eficiente. Tenemos que darle al agente de policía las condiciones para que arriesgue su vida sin mirar atrás.
Si queremos seguridad ciudadana, hay que pensar en los policías.
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