Indignación equivocada

No hay que alarmarse por las advertencias de la Embajada de los Estados Unidos a sus ciudadanos respecto a los peligros que podrían encontrar en nuestro país cuando nos visiten.

Ellos tienen la obligación de hacerlo no solo como medida de protección a sus ciudadanos, sino también para cubrir la responsabilidad civil del gobierno de ese país en caso de que un turista de su nacionalidad sufra algún percance delictivo en nuestro país.

Si la Embajada dijera que aquí todo está bien y le pasa algo a un visitante, el gobierno estadounidense podría ser demandado por no haber advertido a tiempo de esa posibilidad.

Además, ¿de qué nos quejamos? Todos sabemos que la “delincuencia pequeña”, esa que roba celulares, cadenas y carteras ha aumentado su peligrosidad y ahora lo hace a punta de pistola y de cuchillo. Para un turista, esa “delincuencia pequeña” es la cosa más grande del mundo, aunque a nosotros nos parezca cotidiana.

Dejémonos de escrúpulos: si no queremos intervención extranjera, debemos mostrar “virtud doméstica”. Debe preocuparnos la delincuencia, no el aviso.

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