En directo - Román Escohotado
Cónsul General del España en la República Dominicana
Antes de que ambos dejemos la República Dominicana (temporalmente, que nadie crea que se va a librar de nosotros así como así), es de justicia que dedique unas cuantas líneas a Román Escohotado, quien, durante todos estos años, ha sido mi adjunto y mano derecha en el Consulado General de España.
Román llegó a Santo Do- mingo en noviembre de 2006. Provenía de la Emba- jada de España en El Salva- dor, donde estuvo destina- do los tres años anteriores. Allí desempeñó, como aquí, funciones consulares, aunque subrayo que cualquier comparación entre aquel puesto y este es mera coincidencia. Román ha sido el primer cónsul adjunto que ha tenido España en Dominicana al entender nuestro gobierno que tanto este puesto, como otros en el mundo, debía ser reforzado ante el imparable crecimiento del trabajo consular.
Y lo cierto es que es así. Durante los primeros meses de mi gestión, sin cónsul adjunto, no daba abas-to: visas, actos del registro civil, pasaportes, escrituras notariales, legalizaciones, todo en crecimiento exponencial. Sólo sobreviví gracias al trabajo ímprobo y abnegado de Antonio Bauzá, canciller del Consulado, lo que es justo reconocer aquí. De tal modo que la llegada de Román fue para nosotros y pa- ra mí en particular como la del aire fresco en una noche de agosto. Román no tardó nada en ponerse al día.
Pero no sólo fue rápido. Fue además eficaz, porque como si se tratara de una labor que había hecho durante toda su vida, Román empezó a manejar la complicadísima maquinaria consular con una soltura que a mí me tenía (y me tiene) admirado. Hay que considerar, para quien no sabe cómo funcionamos por dentro, que, por ejemplo, en materia de concesión o denegación de visados, nuestra tarea es compleja puesto que hay que saber entender que el solicitante no tiene intención de quedarse a vivir ilegalmente en España y se propone regresar una vez cumplido el plan de su via-je; y muchas veces, a partir de la documentación que se nos entrega, determinar-lo no es evidente. Todo ello tratando por supuesto de no perjudicar a las personas de bien que llegan a nosotros con buenas intenciones, lo que lamentablemen- te no es el caso siempre. En realidad, gracias a Román Escohotado, el Consulado de España ha sido capaz de poner en marcha un mecanismo efectivo y vigoroso de detección del fraude.
Otro de nuestros logros ha sido convencer a las autoridades dominicanas (gubernamentales y parlamentarias) de los beneficios que tendría para la ciudadanía la suscripción del Convenio de La Haya sobre la Apostilla. Y ello, gracias a los esfuerzos de Román, en combinación con el diplomático Ignacio González en una acción bifronte que concluyó en éxito rotundo tras dos años de duro trabajo. De modo que, desde su entrada en vigor para este país, estos ciudadanos no tienen que legalizar los documentos oficiales para que sean válidos en otros países. Con la simple apostilla de la Cancillería, tienen validez en casi todo el mundo, y desde luego en España y Estados Unidos, países de destino preferente para los dominicanos.
En fin, Román Escohotado ha realizado un duro y eficaz trabajo cuyo secreto ha sido la inteligencia, la laboriosidad, la destreza, la entrega. A ello une una marcada pero a la vez diplomática manera de conducirse que esconde a una gran persona dotada de enorme simpatía. Una persona que no es ajena a las cosas que pasan a su alrededor, aunque lo parezca, y siempre con la mejor disposición al servicio de los demás. Y como jefe, destaco la fiabilidad, en especial ante los varios frentes internos y externos que hemos tenido que desafiar, alguno extremadamente peligroso para nues- tro futuro profesional.
¿Cuál ha sido nuestro secreto? Que conseguimos formar un equipo muy equilibrado y coordinado entre nosotros, así como con los dos cancilleres que se han sucedido en el pues- to, Antonio Bauzá e Ignacio Sánchez, dos puntales también excepcionales. Y, con ellos, el resto del personal del Consulado General, a quienes hoy y aquí rindo un emocionado homenaje. Gracias Román. Gracias a todos.
Pero no sólo fue rápido. Fue además eficaz, porque como si se tratara de una labor que había hecho durante toda su vida, Román empezó a manejar la complicadísima maquinaria consular con una soltura que a mí me tenía (y me tiene) admirado. Hay que considerar, para quien no sabe cómo funcionamos por dentro, que, por ejemplo, en materia de concesión o denegación de visados, nuestra tarea es compleja puesto que hay que saber entender que el solicitante no tiene intención de quedarse a vivir ilegalmente en España y se propone regresar una vez cumplido el plan de su via-je; y muchas veces, a partir de la documentación que se nos entrega, determinar-lo no es evidente. Todo ello tratando por supuesto de no perjudicar a las personas de bien que llegan a nosotros con buenas intenciones, lo que lamentablemen- te no es el caso siempre. En realidad, gracias a Román Escohotado, el Consulado de España ha sido capaz de poner en marcha un mecanismo efectivo y vigoroso de detección del fraude.
Otro de nuestros logros ha sido convencer a las autoridades dominicanas (gubernamentales y parlamentarias) de los beneficios que tendría para la ciudadanía la suscripción del Convenio de La Haya sobre la Apostilla. Y ello, gracias a los esfuerzos de Román, en combinación con el diplomático Ignacio González en una acción bifronte que concluyó en éxito rotundo tras dos años de duro trabajo. De modo que, desde su entrada en vigor para este país, estos ciudadanos no tienen que legalizar los documentos oficiales para que sean válidos en otros países. Con la simple apostilla de la Cancillería, tienen validez en casi todo el mundo, y desde luego en España y Estados Unidos, países de destino preferente para los dominicanos.
En fin, Román Escohotado ha realizado un duro y eficaz trabajo cuyo secreto ha sido la inteligencia, la laboriosidad, la destreza, la entrega. A ello une una marcada pero a la vez diplomática manera de conducirse que esconde a una gran persona dotada de enorme simpatía. Una persona que no es ajena a las cosas que pasan a su alrededor, aunque lo parezca, y siempre con la mejor disposición al servicio de los demás. Y como jefe, destaco la fiabilidad, en especial ante los varios frentes internos y externos que hemos tenido que desafiar, alguno extremadamente peligroso para nues- tro futuro profesional.
¿Cuál ha sido nuestro secreto? Que conseguimos formar un equipo muy equilibrado y coordinado entre nosotros, así como con los dos cancilleres que se han sucedido en el pues- to, Antonio Bauzá e Ignacio Sánchez, dos puntales también excepcionales. Y, con ellos, el resto del personal del Consulado General, a quienes hoy y aquí rindo un emocionado homenaje. Gracias Román. Gracias a todos.
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