Un duelo de machos

Buscar un arma y salir a matar de forma resuelta reveló la disminución interior sufrida por el exoficial, al exponerse frente a una sociedad machista como un hombre cobarde. Y eso no se le perdona a un exgeneral.

Lo de la pasada semana fue barato. Lo único que tuvo valor se perdió en minutos. Si alguna lección quedó clara, fue confirmar que somos una sociedad dominada por machos, a pesar de las negaciones.

El incidente de Rico Hot Dog, algo más que un pleito de “perros calientes”, nos confrontó con un espejo roto. En la reyerta prendió la combustión perfecta: orgullo, complejos e intolerancia y…, ¡claro!, dos machos. Una mezcla inflamable que presagiaba el desenlace.

En el subconsciente del victimario, Félix Alburquerque Comprés, obró el sentido de la supremacía, ese instinto arrogante que anima la carrera militar en un país donde la autoridad abusa como hábito consentido. Lastimar el orgullo castrense es una sentencia de muerte, la que sin juicio condenó a Manuel Taveras Duncan. Y aunque él no lo sabía, su matador estaba mentalmente aferrado a su condición de exmilitar.

No me desgasto en ocios justificando un homicidio presuntamente causado por la provocación de la víctima. La prueba de la casuística se ocupará de eso ante un juez y en el momento procesal oportuno. Tampoco me atañe analizar las circunstancias emocionales que sujetaban a los involucrados. Lo que sí queda despejado es que en ausencia de una tipificación particular para esta conducta no se hallará otra que no sea la de violencia machista, un patrón de callado arraigo en nuestra cultura criminal, responsable de los casi cincuenta feminicidios en lo que va de año. Eso es primitivo y aterra. Peor, la indiferencia colectiva.

Lo sucedido fue un brutal choque de testosteronas. La ofensa de la víctima, además de la violencia física, fue usar una frase despectiva de la anatomía masculina. La reacción del victimario fue no consentir un agravio público para un hombre “certificado”. La muerte se convirtió en el único designio del desquite. No hubo un momento de lucidez ni para meditar las consecuencias. Así reaccionan las bestias.

Quedarse quieto o marcharse era aceptar el ultraje a su hombría. Buscar un arma y salir a matar de forma resuelta reveló la disminución interior sufrida por el exoficial, al exponerse frente a una sociedad machista como un hombre cobarde. Y eso no se le perdona a un exgeneral. Debía probarse quién era: un macho hecho y derecho con altos rangos. ¡A los hombres se les respeta, coño! Eso explica el disparo del remate a pesar de tener a la víctima herida y en el suelo.

La ofensa a esa condición no admitía menor condena que la muerte, sin reparar en la desproporción entre las ofensas. Sin embargo, ese Rambo airado fue el que desde la clandestinidad le declaró a una periodista ser un envejeciente indefenso, víctima de una paliza. Entonces para justificarse faltaron testículos, a pesar de la erección que horas antes le causó halar el gatillo.

El macho tiene una valoración muy pobre de sí. Necesita de autoafirmaciones. En esa negación precisa de aquellos estereotipos que definen la primacía del hombre. En ellos se escuda, se expresa y se revalida. Solo así se siente hombre. Sin esos andamiajes se estima como lo que es: un ser apocado y de pobres construcciones de carácter. Es un ser resentido que no se acepta a sí mismo. Tal inconformidad es maniática y lo empuja a sobreponerse con la fuerza de la intolerancia y la violencia.

El caso revela un correlato espantoso: un ex mayor general (r) con un arma ilegal y que usa para “resolver” un altercado de calle, que luego destruye y oculta la evidencia. Estos detalles nos aportan una idea del escalofriante cuadro de indefensión en el que vivimos y las anuencias consentidas a los hombres de armas.

¿Suponía la tenencia de un arma ilegal la predeterminación de ocultar su uso en cualquier otra circunstancia? Es obvio, más para un exoficial al que le correspondía un arma reglamentaria. Lastimosamente le tocó a Manuel Taveras Duncan, quien tuvo la gloria de morir como un macho por la heroica discusión sobre los modales para comer un rico hot dog. Así se hace patria, claro, en la selva.


Abogado, académico, ensayista, novelista y editor.