La mariposita Melina y Don Oso

Pregunté a la autora qué es la caramusa. Me respondió que no existe. Puede ser cualquier cosa que haga daño a un ser humano. Tal vez, diría yo, una enfermedad maligna.

Hace poco asistí a la puesta en circulación de dos cuentos infantiles: La Mariposita Melina y la búsqueda de sus colores y Don Oso perdió su sombrero.

Se trataba también de un reconocimiento a una mujer especial, a una mocana que desde hace 40 años también es de Suiza, por caprichos del amor.

El acto se convirtió en una demostración de aprecio a una mujer solidaria, que cultiva con tanta intensidad la amistad como si de su pecho se desprendieran a raudales hermosos ramilletes de flores.

Ella es Paula Joaquín, imagen viva de la superación personal. Miembro de una casta de mujeres que abrazaron la educación como norte de sus vidas.

La mariposita Melina y la búsqueda de sus colores es la historia de una mariposa amigable, que gustaba de mirarse en el espejo y comprobar cada día el bello arcoíris de colores de sus alas. Aun así, por coquetería, soñaba con cambiar su traje.

Un día la mariposita se contempló en el espejo del río y se percató de que el arcoíris de sus alas se había desvanecido, dejando grises deslucidos en su contorno.

La mariposita pareció enloquecer, pero en vez de deprimirse y divagar sin brújula, emprendió la búsqueda pertinaz de explicaciones y se trazó la ilusión de buscar remedio para recuperar los colores de sus alas.

Voló y preguntó a la ranita, quien la refirió a la capacidad docta del búho. El señor búho pensó que tal vez la comida le pudiera haber hecho daño y la refirió donde Marina, la tortuga, experta en menjunjes y brebajes.

Marina la tortuga le encargó la búsqueda de 5 gotas de miel del panal de la familia Abeja, para lo cual debía buscar a Tonito, el especialista en flores. Y, además, un pelo blanco de Marcos, el perro labrador. También le encargó 5 gotas de leche de Sarah, la vaca. Y una escama limpia del pez azul.

La mariposita Melina bebió la pócima y poco a poco empezó a recobrar el brillo y colorido de sus alas. Llena de alegría, agradeció a Marina haberle devuelto su aspecto y le prometió que “ jamás volvería a desear cambiar su piel, pues comprendió que sus alas eran hermosas y las que mejor encajaban con su estirpe”’

El principal consejo que Marina la tortuga le dio, fue que nunca más volviera a tocar las hojas de caramusa, causantes del daño.

Pregunté a la autora qué es la caramusa. Me respondió que no existe. Puede ser cualquier cosa que haga daño a un ser humano. Tal vez, diría yo, una enfermedad maligna.

La lección que surge del cuento es que no toques nunca la caramusa, pero si la tocaras porque el azar la pusiera en tu camino, no te deprimas, lucha, ten fe, saca de ti lo mejor que tienes; expulsa los malos sentimientos, lo negativo.

Y para eso, aférrate a la ilusión que provocan tus hijos, piensa en la ternura de tus nietos y en el legado moral que quieres dejarles; convéncete de que todavía tienes mucho que aportarles a ellos, a tus amigos, a tu pueblo, a la humanidad; y quizás logres curarte.

La otra lección es que no pierdas tu esencia, por más que creas que puedes deslumbrar al mundo. La vida es hermosa. No hay que pretender cambiar lo que se es, pues la belleza se encuentra en el corazón y limpieza de sentimientos de cada cual.

Por su parte, Don Oso era elegante y gustaba de andar siempre tocado con un vistoso sombrero negro. Un día, una fuerte brisa, como un torbellino, le voló el sombrero, que se desprendió de su cabeza y fue lanzado por los aires, muy lejos.

Don Oso perseveró. Y caminó y caminó en su búsqueda. En su andar preguntó a la ranita, la cual vio volar al sombrero, pero no pudo atraparlo. Luego encontró al ciervo, quien también lo vio y tampoco pudo alcanzarlo.

Siguió su camino y encontró a Mario, el elefante. Este le dijo que vio al sombrero dirigirse hacia el agua. Y le recomendó que hablara con el cocodrilo. Finalmente, fue Coquito el mono quien, en demostración de su agilidad, pudo atrapar el sombrero antes de que cayera al agua. Y Don Oso recuperó la dicha y su sombrero.

Aquí la lección es que jamás abandones un sueño, más bien aférrate a mantenerlo, perseveras y lograrás lo que buscas.

Estos cuentos fueron escritos casi como despedida para sus nietos en un momento en que la salud de la autora flaqueaba y todo se veía tenebroso y oscuro.

Al escribirlos, encontró la pócima de la salud y legó a todos una historia maravillosa.

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.