Abuelear es mi felicidad

Nieto de la autora.

Ser abuela es lo mejor que me ha sucedido en la vida. Supongo que para los abuelos también. Una quiere mucho a las hijas e hijas. Desde que una está embarazada, nacen con mucho amor y a medida que van creciendo, una les enseña muchas cosas y les va diciendo las que no son correctas, una quiere que vayan a la escuela y que tengan buenas notas, que se acuesten temprano, que se bañen de pies a cabeza y, de vez en cuando, les prohíbe hacer tal o cual cosa. Pero con los nietos y nietas, lo que hagan y lo que digan, sea correcto o no, nos causa risa.

Para mí, ser abuela, ha sido un regalo de la vida. Tengo un solo nieto que acaba de cumplir 16 años, habla inglés, español y francés, pues vive en Denver, Colorado, y eso es muy bueno. Para mí todo lo que hace, aunque su padre lo corrige, a mí me gusta y me río sin que nadie se dé cuenta, y como abuela oculto lo que hizo sin descanso, y lo aplaudo para mí. Andar con él, aquí o allá, es un viaje al universo. Él me dice y yo le digo. Y le encanta cuando yo le preparo la comida, pues le gusta la dominicana: sancocho, espaguetis, helados, mangú, huevos revueltos, arroz con guandules o habichuelas, etc. Y ha aprendido a cocinarlos todos.

Las abuelas somos unas apoyadoras. Andar con nuestros nietos es una definición de lo que hoy somos: viejas, pero felices. Duras, pero con otros. Frágiles con las enfermedades que se alivian con la presencia de los nietos. Yo me curo cuando mi nieto viene a verme. Yo me río a cada rato. Duermo bien. Como mucho. Y así voy por mi vida con una sonrisa a cada rato.

Mi nieto, Van-Troi Camilo, es mi regalo del cielo. Desde que nació he sido muy feliz, y ahora al cumplir sus 16 años, soy cada año más feliz esperando que entre ya a la universidad y luego aprender a construir automóviles, según su deseo. Un nieto correcto, estudioso, que adora nuestro país y le encanta venir aquí, es mi príncipe. Dios me lo siga bendiciendo.