Salomé Ureña, poetisa patriótica y excelente.-(1.-)

¿Por qué te asustas, ave sencilla? / ¿Por qué tus ojos fijas en mi?/ Yo no pretendo, pobre avecilla / llevar tu nido lejos de aquí./ Aquí, en el hueco de piedra dura,/ tranquila y sola te vi pasar,/ y traigo flores de la llanura/ para que adornes tu libre hogar. (EL AVE Y EL NIDO).

Los poemas de Salomé Ureña son inolvidables. Ha sido una de las más gloriosas y afamadas. Desde muy joven escribió versos y a sus 17 años los publicó con seudónimo de Herminia. Escribió también en el periódico El Centinela y luego comenzó a publicar sus poemas con su nombre. Desde muy niña, Salomé, puso sobre su corazón el amor por su patria. Habiendo en ese tiempo la paz y la guerra en nuestro país, eso la hizo hacerse una poetiza patriótica.

“Oh! Patria, voz divina, sublime y dulce nombre /a cuyo acento el alma palpita de emoción...”

Lo que estaba pasando en la Patria Dominicana le llena su vida y la torturan sus recuerdos:

“Tú sabes cuantas veces con tu dolor aciago/ lloré tu desventura, lloré tu destrucción, / así cual de sus muros la ruina y el estrago/ lloraron otro tiempo las hijas de Sión. /Ya sabes, cuál de ellas, colgué en tus palmares, / el arpa con que quise tus hechos discantar/ porque al mirar sin tregua correr tu sangre a mares/ no pude ni un acorde sonido preliminar”

Las poesías de Salomé Ureña son un ejemplo del amor patriótico que todos, en especial los estudiantes, deben tener como recuerdo fervoroso a lo que ahora es nuestra patria. Salomé, además de poeta, era muy sensible y dicen que lloraba sin motivos aparentes por todo lo que le pudiera dar un dolor emocional y que también era muy afectuosa con sus familiares y nunca salió del país.

“Así, aunque de otras playas jamás me vi en la arena/ ni de otros horizontes las líneas contemplé...”

Aunque fue maestra, cuentan, que nunca descuidó sus deberes de madre y sus discípulos eran tan bien tratados que la querían al igual que a sus madres. Hubo dos momentos importantes en su vida: El día en que le entregaron una medalla como homenaje a su trabajo y otra cuando se graduaron sus primeras alumnas. Los periódicos dominicanos de aquella época están llenos de sus poemas, sus artículos y discursos. Su vida fue corta. Murió de tuberculosis.

“Pero me miras y te entristeces, / y el ala bates con inquietud, / y te adelantas, resuelta, a veces,/ con amorosa solicitud.”