Da igual con ley o sin ley

En cada recurrente debate sobre la ley de partidos políticos mi posición ha sido favorable a su aprobación porque en sentido general haría más bien que mal pues, si se aplica y respeta, entre otros controles contribuiría a fiscalizar fondos y rendir cuentas y, si abarca primarias y padrón, mucho mejor. Pese a mi apoyo nunca me ilusiono por el convencimiento de que si no hay institucionalidad ni democracia internas, no habrá ley capaz de cambiar la cultura autoritaria de las élites partidarias. Además, y ahí está el detalle, como si se tratara de una cantinflada, su aprobación depende de los propios partidos y lo que se ve es que terminaría siendo un traje a su medida; y lo que es más grave: a la medida de facciones de sus cúpulas dirigentes.