El lenguaje del gringo

A veces nos caen extranjeros toscos que no guardan modales que ordena la diplomacia. Robarse una demanda ciudadana, y decir que estamos hartos de corrupción pasaría, en todo caso, por edulcorar la píldora con el previo reconocimiento a los esfuerzos que despliega el gobierno que lo acoge. Pero no, mister Copley lo hace con desparpajo, con lo que demuestra poco tacto al calentarle la pista a la señora Bernstein, a punto de aterrizar en el país. Qué mala suerte la nuestra, pues no bien salimos de un embajador que atropelló y nos restregó en la cara su homosexualidad, cuando viene un sustituto, un emergente, a desentonar con su copla. Pena que no haya un funcionario sin miedo a perder la visa que le cante tres verdades.