Nos paramos a pensar

Hay ciertos fenómenos lingüísticos que provocan errores ortográficos. Mal que nos pese están ahí y solo nos queda aprender a esquivar los escollos.

Uno de ellos, y peliagudo, es la homofonía. La etimología nos da pistas sobre su significado: homo- ‘igual’ y -fono ‘sonido’. Dos palabras que suenan igual son homófonas. Además de coincidir en el sonido pueden coincidir también ortográficamente. Comparen, si no, traje ‘vestido’ y traje, primera persona del singular del pretérito perfecto simple del verbo traer. Esta homofonía nos permite a los dominicanos hacer una fiesta de traje, jugando con ambas palabras y con sus respectivos significados en la misma expresión. Ambos trajes son homógrafos además de homófonos.

Cuando las palabras homófonas difieren en su grafía nos topamos con dificultades ortográficas. ¿Cómo distinguir barón de varón, si tienen el mismo sonido? Lo único que nos salva en estos casos es el contexto, y, por supuesto, nuestros conocimientos léxicos y ortográficos. Tubo y tuvo se diferencian solo por la oposición b/v; lo mismo sucede con bate y vate. Hay tríos que, desde luego, nos complican la vida (y no sean mal pensados); miren, si no, la homofonía de estas tres: vaya/baya/valla. Para saber qué palabra debemos elegir tenemos que conocer sus significados.

Son muy frecuentes los casos de homofonía entre palabras con hache o sin ella. A veces tenemos que decidir si estamos ante el verbo hacer o ante el verbo echar; algunas formas de presente de echar (echo, echas, echa) coinciden con las de participio de hacer (hecho, hecha) y con el sustantivo hecho. También sucede con las palabras derivadas: no es lo mismo desecho ‘desperdicio’ (derivado del verbo desechar) que deshecho, participio del verbo deshacer.

Solución: pararnos a pensar antes de escribir y, ante la duda, echar mano del diccionario.

@Letra_zeta

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