Estados de ánimo

El mundo en que vivo me está afectando. Contemplo un panorama que cada vez se complica más y no para bien

Anoche me enamoré de las estrellas, miré fijamente la luna y transformé mi oscuridad interior y melancolía en celebración y gozo. (Shutterstock)

Comienzo a sentir cosas extrañas, ansiedad, irritación, deseos de llorar, de escapar, no sé dónde, pero escapar.... calambres en las piernas y brazos, búsqueda del silencio absoluto.

El mundo en que vivo me está afectando. Contemplo un panorama que cada vez se complica más y no para bien, las guerras inútiles, la hambruna que raya en el escándalo, las riquezas desmedidas y la pobreza en crecimiento, la violencia de genero, la falta de educación, los atropellos contra la naturaleza y la indiferencia frente a este crimen ecológico, hay días en que es difícil sobrevivir y la fatiga existencial me invade. 

Decidí activar una campaña interna de contrastes y lucha. No me puedo dejar vencer por la cotidianidad que me aplasta. Tomo una decisión importante. Trabajar en mi interior para cada vez que sienta algunos de esos síntomas, hacer lo contrario. Frente a la tristeza avasallante que tantas veces acaba en lágrimas, violentar una alegría con la misma intensidad evocando todas las riquezas que he vivido, los momentos sublimes de mi existencia, los logros acumulados, el tesoro de mi familia y amigos entrañables que poseo…. frente a la ira que brota mientras contemplo injusticias desmedidas, ejercicios de calma cuando quiero gritar, susurro, acaricio, me controlo cuando quiero responder a algún atropello, bendigo cuando surge la ansiedad, hago ejercicios de respiración, cierro los ojos, y hasta que no logro superarlos no doy un paso e intento la sonrisa.

Algunas situaciones no dependen de mí y son incontrolables, rezo por ellas, cuando tambalea mi fe doy el salto al vacío con más intensidad y miro las estrellas, en algún lugar debe de estar mi Dios.

Vivimos tiempos difíciles, no más difíciles que otros, pero difíciles y confusos. Hemos perdido lo más hermoso que es el contacto entre seres humanos y vamos camino a convertirnos en máquinas, cada vez me escandalizo más de las reacciones de la gente. Ya muchos miden sus relaciones por dinero y es doloroso. Si llamo por teléfono ya no es una voz amiga sino una máquina que indica qué número pulsar para la comunicación deseada, la poesía se siente amenazada, acosada con presentimientos nefastos de desaparecer.

Ramón, mi amigo campesino de Gurabo ido a destiempo, siempre me decía: “compadre, que desaparezca todo menos la poesía, si ella desaparece estamos perdidos”.

Su consejo lo mantengo vivo, busco poesía en todo lo que me rodea, y cuando no la encuentro la produzco dentro, llenando los huecos para inundar mis soledades, mis hastíos, mis tristezas inútiles, y llenar de pequeñas luces mis rincones oscuros.

Anoche me fui a caminar sin rumbo, sentir la brisa y el silencio, dejar que fluyeran los pensamientos o quizás ninguno, anoche me enamoré de las estrellas, miré fijamente la luna y me dejé seducir por el mar, anoche transformé mi oscuridad interior y melancolía en celebración y gozo y lentamente se fueron instalando dentro de mí nuevos estados de ánimo que rozaban lo inexplicable, me arropé con una tierna mirada de futuro y de repente volví a vivir la esperanza y me llené de energía.

No todo está perdido, me dije, y sin darme cuenta retornó la sonrisa.

Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.